´Callo publicitario´, Martina Klein

Época de anuncios publicitarios, mal que nos pese, y aunque en esta casa se consume muy poca televisión, no somos inmunes a los reclamos que de forma grosera intentan provocarnos, toquetearnos y vaciarnos los bolsillos como pordioseros del fin del mundo.

Sin embargo, lo más grosero no es tanto el contenido o mensaje subyacente de estos reclamos: consume aunque no tengas, consume para tener, consume para ayudar al medio ambiente, consume para que no tengamos que despedir a más trabajadores, consume, consume..., sino la cantidad de ellos que nos obligan a tragar de una cucharada, que a uno se le olvida lo que estaba viendo, y si consigue subsistir auna tanda completa, necesitaría un Alka-seltzer para digerir el empacho, y un resumen de lo acontecido en el bloque anterior.

Los hay de todo tipo: creativos y elegantes, como el de Campofrío de los cascos azules, que se sitúa en un campamento militar de Afganistán donde los militares patrios reciben correo de casa. A pesar del terreno difícil, el anuncio arranca una sonrisa hasta al menos españolito.

Pero también los hay burdos, como un spot de telefonía móvil en el que el eslogan nos dice, con complicidad paternalista, que ellos se adaptan a lo que nosotros somos: "Somos como somos porque tú eres como eres"..., qué majos. Y si tú eres un mal bicho, no pasa nada, ellos se hacen cargo, y en este caso, dejan a tu merced un producto que te permite ser paparazzi ¡tu ambición frustrada de toda la vida!, y te alientan a que vayas molestando a la gente, fotografiándoles con tu chupi-móvil de última generación y con las fotos hagas la difamación que te de la gana, que ellos te lo facilitan todo, a sabiendas de que la ley mira para otro lado (en el anuncio la víctima ejemplar es James Gandolfini, protagonista de Los Soprano,pero la perrada puede ser extensible a gentes anónimas, a los que más quieres o a los que más odias). Precioso mensaje que pone en evidencia lo mejorcito de la naturaleza humana.

Pues yo me lo he aplicado, el eslogan, digo. Y siento que le estoy haciendo un bien a mi criatura al hipnotizarle un rato al día con dibujos animados (sí, soy un monstruo). Cuando les llega a ellos también su dosis de anuncios histéricos destinados a llamar su ya curiosa atención, voy oyendo que dice por lo bajito: "Lo quiero, lo quiero, lo quiero, lo quiero." "Bien - pienso-,lo estoy educando para que salga preparado para la sociedad de consumo". Hay que adaptar los valores educativos que les transmitimos a la porquería de mundo en el que vivimos, no sea que la realidad les atropelle sin haber hecho callo, y cuando salgan de mayores a ejercer la buena educación que les hemos dados, terminen siendo pisoteados por las hordas de consumidores a las puertas de las rebajas. Educo como educo porque el mundo es como es. Y me quedo tan ancha.

12-XII-09, Martina Klein, lavanguardia