´Patriarcalismo fiscal´, Alfred Font Barrot

Para las constituciones modernas -a partir de la de EE. UU. (Filadelfia, 1787)- el sujeto de los derechos y de las libertades es el individuo, el ciudadano, sin más. No lo es la tribu, el clan o la familia más o menos extensa. De hecho en eso consiste la modernidad de la civilización occidental, en considerar jurídicamente como individuos libres e iguales, sin distinción, a quienes desde otros puntos de vista pueden ser designados como hombres, mujeres, niños, jóvenes, ancianos, hijos, padres o esposas.

Sin embargo, a las sociedades, e incluso a los estados, les cuesta desligarse de esa antropología rural que tiene como modelo a la familia gobernada por el patriarca.

Existe una tendencia persistente a tratar a las personas más por el lugar que ocupan en la constelación familiar que por su cualidad de ciudadanos autónomos.

Último ejemplo: las vigentes y las futuras exenciones de impuestos de sucesiones o donaciones para bienes transmitidos de padres a hijos o entre cónyuges. Está muy bien que hijos o cónyuges no tengan que pagar impuestos por la transmisión de la vivienda, del negocio familiar o de una parte significativa de la herencia o donación. El problema es esa limitación: hijos y cónyuges. ¿Y los que no tienen hijos ni cónyuges? ¿Y los que prefieren dejar sus bienes de libre disposición a personas distintas de sus hijos o cónyuges?

Si todos los ciudadanos han de ser efectivamente libres e iguales en derechos, todos ellos han de poder disfrutar del mismo cheque de autonomía en todos los ámbitos de la vida, con el mismo importe, para emplearlo como quieran. Ante elecciones igualmente legítimas, el Estado debe ser neutral, sin tomar partido.

Hubo hace años una torpe campaña de descuentos en los coches cama. Primero decían: tráigase a su mujer y obtendrá un descuento. Protestaron, con razón, las mujeres, que eran sólo objeto, pero no sujeto. Luego, para arreglarlo, dijeron: venga con su cónyuge y tendrá un descuento. Protestaron, con razón, las parejas no casadas. Más tarde: venga con su pareja y tendrá un descuento. Protestaron, con razón, los hijos, amigos, hermanos y colegas. Finalmente, dieron con la clave: vengan dos y tendrán un descuento. En eso consiste la libertad de elección. Vengan dos, qué les importa a la Renfe o al Estado quiénes.

7-XII-09, Alfred Font Barrot, departamento de Derecho de la Universitat Pompeu Fabra, lavanguardia