´La técnica del cerrojo´, Fernando Ónega

La Conferencia de Presidentes ha sido una buena idea. Cuando se inventó, quiero decir. Ahora seguiría siendo una buena idea, si no existiera la descarnada batalla de poder que hay entre los grandes partidos estatales. Y así, ocurrió lo que ocurrió: que las tensiones entre el Partido Socialista y el Popular se han trasladado a la preparación de esa asamblea. Ambos la han planteado como un debate parlamentario sobre el estado de la nación. No se hablan durante todo el año, y pretenden resolver en unas cuantas horas nada menos que la crisis económica y el paro. Ni el Gobierno acudió con ganas de aceptar iniciativas ajenas, ni el PP tenía mayor intención de echar una mano a Zapatero.

Cuando escribo estas líneas, todavía se desconoce el resultado final de la reunión. Pero en esta crónica importa, sobre todo, el talante previo, por lo que tiene de reflejo del comportamiento de la clase política de este país. El Gobierno llegó con un plan cerrado, y el PP preparó la conferencia como si se tratase de un partido de fútbol. Rajoy reunió a sus barones para adoptar una postura común. Se estudió la estrategia del Gobierno, se acordó el sistema ofensivo contra el equipo gobernante y se envió a los jugadores al campo con la instrucción de marcar al presidente, no sea que vaya a ganar el partido.

Y ese es el problema. No se trata tanto de ofrecer soluciones al ciudadano como de ganar el derbi o, como se ha dicho, evitar que el adversario convierta el encuentro en una baza electoral. Con lo cual, resultan inevitables dos dudas. Primera: la coordinación Gobierno central-autonomías ¿sólo será completamente posible cuando un mismo partido ocupa el Gobierno de la nación y el autonómico?

Y la segunda: ¿es lícito utilizar a los presidentes autonómicos, que son parte del poder, para las estrategias de partido? Creo que no. Ya sé que una conferencia de presidentes no es un consejo de ministros, pero a los ciudadanos nos gustaría ver algo de generosidad. Si el aspirante a gobernar utiliza sus resortes de poder autonómico para anular la acción del gobierno, acabamos de descubrir el sistema para hacer ingobernable este país. Todavía más ingobernable, quiero decir.

15-XII-09, Fernando Ónega, lavanguardia