īLo normalī, Clara Sanchis Mira

Cuando eres una niña que se chupa el dedo tú te ves normal. No notas ninguna diferencia. Si hay un árbol, trepas como cualquiera, coletas al viento; enseñar la puntilla de la braga te la trae al fresco. Si corres detrás de un gato, las piernas te responden como al que más. Te partes de risa porque el mundo es nuevo y come de tu mano, mientras gritas a pleno pulmón y te destrozas las rodillas en algún terraplén. La cabeza te funciona, aprendes a sumar, muerdes el lápiz y te las apañas con lo que venga. Piensas las cosas con la furia de cuando eres nueva, y te sobra potencia. Si hace falta, te impones; lanzaste más de un plato de papilla, tienes energía para eso y más. Puedes dar golpes con los puños en la mesa y patalear. Dices lo que piensas porque eres fuerte como un león.

En la vorágine de los descubrimientos, no sabes cómo se van colando otros aspectos de tu condición. Notas cosas. La primera vez que oyes "niños, al recreo", tú no te mueves del pupitre, pero enseguida captas que estás englobada en el término. Otro día, a la que te descuidas, te encuentras con una fregona de juguete en las manos. Mira tú. Como es natural, te pones a fregotear divinamente. A tu pequeña persona se la relaciona misteriosamente con la limpieza, la comida, las caquitas de los bebés y las cositas de color rosa y delicadas. Es algo que se respira en el ambiente, no se te ocurre cuestionar por qué; al finy al cabo, es divertido. Dices cuchicuchi libre de sospecha, como mamá, tampoco es que te parezca mal. Tu cabecita ha ido registrando que se te considera delicada y frágil, o sea, débil, y piensas que por algo será. El barro de tu idea sobre ti misma empieza a tomar una forma peculiar. Puede que estés moldeando una muñeca más mona y más amorosa de lo que eres tú. Y menos capaz. Te estás metiendo en el papel.

Cuando eras una niña que se comía los mocos ni se te pasaba por la cabeza que existiese algo llamado machismo. Todo era normal. En esa normalidad perversa se va cocinando el asunto como si nada. De hecho, cuando empiezas a oír hablar de machismo piensas que la cosa no va contigo. Porque las feministas están pasadas de moda desde antes de que existieran. Son una cosa de hace siglos. Como todo el mundo sabe, son feministas porque son feas y antipáticas y no se comen una rosca. Eso les crea como un rencor. Al ser el machismo una cosa de otra época, totalmente superada, vives sus mecanismos como si fueran un hecho natural. El pez no nota que está mojado. Que la mitad femenina de la humanidad no tuviera derechos, voto, ni madurez legal hasta hace diez minutos, no se estudia en la escuela. Entra dentro de la normalidad prehistórica. En realidad, tú te maquillas para salir de casa, te subes a dos palillos chinos para ir al instituto, te congelas para enseñar escote sólo porque te gusta tu feminidad. Y no se te ocurre preguntarte quién se inventó eso de la feminidad porque la feminidad es una cosa de toda la vida, normal, y muy femenina, como su propio nombre indica. Tú eres femenina porque eres mujer, y por eso hasta le permites que no se ponga el preservativo si le molesta, porque agradar al hombre va con tu naturaleza, a cualquier precio. Cuando ves el precio te pegas un susto de muerte. Quizás emprendas un viaje sin retorno.

Hablo de esto porque el otro día oí decir a una mujer maltratada, en un centro de acogida, que le hubiera gustado que alguien le informara sobre el machismo cuando era joven. Me pegaba, pero yo sentía que no era nada sin él, decía, con la cara marcada para siempre. Es vergonzoso que la revolución femenina no aparezca en los libros de historia de los institutos. El descubrimiento del patriarcado sigue siendo una aventura improvisada y borrosa que muchos hombres y mujeres aún hacen en soledad. Para pasar la página antes habría que escribirla.

18-XII-09, Clara Sanchis Mira, lavanguardia