´Diálogo de sordos´, Antoni Puigverd

Muchos políticos y comentaristas opinan a favor o en contra del toreo en términos de vivencia íntima. Parece más útil analizarlo en clave política. Empecemos por la base: una iniciativa legislativa popular (ILP) debe ser saludada positivamente. Si en Barcelona como en Madrid, todos dicen estar preocupados por el ensimismamiento de los partidos, que aleja a las gentes y favorece la corrupción, ¿cómo lamentar que una iniciativa surgida en la calle y avalada por miles de firmas se discuta en una sede parlamentaria? Aunque el segundo aspecto que considerar es, naturalmente, la oportunidad política de esta discusión. El argumento de las asociaciones catalanas que recogieron las firmas de la ILP es de carácter ético: el sufrimiento de los animales como diversión humana. Pero faltaría a la verdad quien negara que, de manera más o menos disimulada, se suman a la causa prohibicionista los partidarios de una catalanidad depurada de todo vínculo con el casticismo español.

¿Era previsible la lectura identitaria, irritadamente castiza, del rampante nacionalismo español, cada vez más atronador? Lo era. ¿Ya nada queda de aquel regeneracionismo que, defendiendo la modernización peninsular, combatía severamente el casticismo y el peso de lo ancestral? Nada: tirios y troyanos de la cultura española, incluso los que se escandalizan ante el supuesto repliegue esencialista catalán, defienden la sacralización del casticismo (o lo soportan, vergonzantes, en silencio). Sorprende tal deriva en el ámbito de la cultura, pero no en la arena política y mediática. La ideología dominante española tiene hoy su punto de apoyo en los mitos tradicionalistas con que el franquismo educó a diversas generaciones, mitos rebozados ahora de liberalismo y repintados a veces de irónica retórica posmoderna. A sus antípodas, la hegemonía ideológica catalana está situada en aquel punto en el que las fantasías del catalanismo romántico se encuentran con el clericalismo progresista, y su pintoresco convencimiento de estar en posesión de la bondad universal. Estos dos sistemas ideológicos producen un verdadero diálogo de sordos.

25-XII-09, Antoni Puigverd, lavanguardia