´¿Ha muerto Sepharad?´, Enric Juliana

Jordi Pujol dice que Salvador Espriu ha fracasado. Y un viento gélido azota los cipreses del cementerio de Arenys de Mar, donde el poeta está enterrado. Un invierno plúmbeo se cierne sobre la bella Sinera, que desde hace años se sabe condenada a la ingratitud y al olvido. El edicto es tajante: ¡Espriu ha fracasado!

Cuando quiere hacerse oír, Pujol primero provoca y después matiza. Matiza y nos dice que lo que en realidad ha fracasado es Sepharad, que no es una princesa oriental, sino el nombre hebreo de España y de la entera península Ibérica desde la edad media. Sepharad encarna el mito de la España reconciliada en La pell de brau,el libro de poemas más famoso de Espriu (no el mejor, según Xavier Bru de Sala, el más documentado de sus críticos), editado por primera vez en abril de 1968. Sepharad es una idea en verso:

Sempre que goso mirar
el meu cor i el seu esglai
veig l´estesa pell de brau
vella Sepharad

El mito de Sepharad ha fracasado, nos dice Jordi Pujol, tras tomar nota de las más airadas reacciones españolas al editorial de los doce diarios catalanes en defensa del Estatut, un texto amistoso -claro, pero amistoso-, que apelaba implícitamente a Sepharad, sin necesidad de citar los más azucarados - ¿e ingenuos?-versos de Espriu, un hombre que fue muy poco dado a la dulzaina.

Diversos són els homes
i diverses les parles
i han convigut molts noms
a un sol amor

Sepharad ha fracasado, afirma Pujol apuntando a los federalistas, extraña raza de pingüinos desde que don Estanislau Figueras constatase en 1873 que la Primera República iba camino del manicomio. ("Estoy hasta los cojones de todos nosotros", proclamó Figueras antes de dimitir y coger billete para París). Y envía un mensaje cifrado a los suyos. Les dice que, por ahora, no se dejen tentar por las ofertas de pacto español. Ofertas que serán golosas y, si es necesario, hablarán catalán en la intimidad.

En aquest escenari
de Sepharad,
pengem de fils que mouen
secretes mans
i puntegem al
pulcre ball del parrac

Y les recuerda -Pujol a los suyos- que los buenos tiempos que Convergència i Unió puede estar acariciando después de seis años años en el desierto sólo serán posibles desde una reubicación sociológica, puesto que el país está inflamado. Si en los ochenta el centro catalanista oscilaba entre el utilitarismo, la fe sincera en Sepharad y una mínima ensoñación por la independencia, hoy, ese campo central parece situarse entre el crónico enfado y una creciente fascinación por el tan manido Adéu, Espanya del poeta Joan Maragall. ¿Cuántos grados se ha desplazado el centro de gravedad? Nadie lo sabe a ciencia cierta. He ahí el misterio que decidirá, quizá por mucho tiempo, el largo empate entre socialistas y convergentes, con las consiguientes repercusiones, de importantísimo calado, en la política española. Pujol advierte el riesgo.

Ara sortim del recer
al camp ras, al perill,
i enceníem
focs de guaita en la nit

Sepharad ha fracasado, también parece decir la encuesta que publica este domingo La Vanguardia.Un abismo comienza a separar a catalanes y españoles en asuntos de alta sensibilidad. (Y algunos ingenuos descubrirán hoy que es en el País Vasco donde tienen más ganas de que al Estatut le peguen un buen hachazo). Hay que rendirse a la evidencia. Sepharad no ha podido convertirse en una única esfera, en una nueva comunidad de sentimientos, confirmando al Espriu más sombrío.

Dèiem: ´Hivern de Sepharad
hem de donar senyoria a la foscor
i al glaç´

Y, sin embargo, ¿ha muerto Sepharad? Un poeta anterior a Espriu, el portugués Fernando Pessoa, habló de una península y tres naciones. Radicalmente adverso a la unicidad (con sus seis o siete heterónimos, era él y otros muchos), Pessoa escribió fantasías confederales que en los últimos años -¡paradojas de Iberia!- han tenido buena prensa en Madrid. Pessoa imaginó Sepharad sin darle nombre, sin precisar su forma, pues esta sea, quizás, la sustancia más real de su existencia. Una hipótesis necesaria a la vez que inalcanzable. Una metafísica.

3-I-10, Enric Juliana, lavanguardia