´El tercer problema´, Consuelo Sánchez-Vicente

José Bono empieza el año entrando  en un debate cada vez más habitual en las sobremesas y las tertulias pero del que suelen huir despavoridos los dirigentes de los partidos de gobierno. Hay que cambiar la ley electoral, dice Bono, "no para castigar a los nacionalistas o para beneficiar a los comunistas, sino para acercar a electores y elegidos". Totalmente de acuerdo. Pero, salvo excepciones, de derecha a izquierda, ni siquiera en privado se encuentran cómodos los líderes de los partidos que gobiernan o pueden gobernar cuando les preguntas si estarían de acuerdo con reformar la ley electoral por lo que dice Bono, para estrechar la brecha creciente entre representantes y representados. Tanto les asusta la idea, que los hay que incluso intentan venderte en serio esa moto de que el auge de la abstención no es desafección sino normalidad democrática, con tal de apartar de sí el cáliz del recelo creciente de los ciudadanos hacia la política.

Hacia la política y, lo que es más grave, hacia los políticos, convertidos en tercer problema de los españoles, por delante nada menos que de la vivienda y nada menos que del terrorismo, desde hace ya tres encuestas del CIS. La brecha entre electores y elegidos es un clásico de las democracias modernas, que son un régimen de opinión pública en el que todo se acaba por saber. A base de heredarse y de (¿o es para?) perpetuarse en los cargos partidarios, sin embargo, los grandes dirigentes con oficio y beneficio fuera de la política han terminado degenerando en una casta de profesionales de la política de pelo cada vez más ralo, que copan puestos y secan cualquier cambio que pueda cuestionar su propia posición a costa de tirar la calidad de la democracia con el agua sucia de la bañera.

Yo no veo "normalidad" en que los ciudadanos se alejen de las urnas, sino peligro de gangrena. Yaveces me pregunto si no es la propia democracia la que empieza a estar en peligro por los intercambios de cromos abusivos de la casta partidaria, con un matiz sobre la generalidad: el abuso, para mí, no lo perpetran los malvados nacionalistas, sino quien pudiendo y debiendo decir no dice que sí: los dos grandes partidos de gobierno, el PSOE y el PP.

5-I-10, Consuelo Sánchez-Vicente, lavanguardia