ŽLas potencias del futuroŽ, Ralf Dahrendorf.

Las potencias del futuro

LV, 19-XII-2004.

Si miramos en visión retrospectiva el turbulento año que termina, uno se siente tentado a centrarse en lo que los gobernantes estadounidenses han dado en llamar el Gran Oriente Medio. Obviamente, una mirada así nos llevaría a Iraq, Israel y Palestina... y al terrorismo.

Una paz duradera en Oriente Medio podría generar mayor prosperidad y cooperación en el mundo. Pero, si miramos con un poco más de perspectiva, los problemas de Oriente Medio no parecen ser más que un aspecto entre los cambios más profundos relativos a las potencias mundiales. En efecto, en el año 2004 los cambios tectónicos se hicieron visibles. Hemos comenzado a ver las potencias del futuro,para usar el título del reciente libro éxito de ventas del ex canciller alemán Helmut Schmidt.

El canciller Schmidt está seguro de dos procesos. Estados Unidos sigue siendo el actor clave y el poder de China seguirá aumentando. Está menos seguro acerca del futuro de Europa, Rusia y Oriente Medio.

No hay duda de que el año 2004 ha visto la confirmación del poder duro de Estados Unidos y la preferencia de sus votantes por una política más de valores que de intereses. Puede que los estadounidenses no quieran que sus soldados y equipos militares se desplieguen en decenas, si no cientos, de lugares de todo el mundo, pero aceptan un presidente que ofrece certidumbres simples y a menudo marciales.

Uno se puede preguntar también si este presidente podría llevar al país hacia otra dirección, al tradicional aislacionismo republicano. Después de todo, son los demócratas quienes tradicionalmente han llevado a Estados Unidos a la guerra. En cualquier caso, la seguridad garantizada por el poder militar seguirá siendo una preocupación de Estados Unidos.

Pero si bien el poder duro de Estados Unidos dominó la escena mundial, este año su poder blando declinó. Para muchos, el país perdió parte de su atractivo, y los estadounidenses son hoy impopulares en varias partes del mundo. La disminución del número de visitantes extranjeros y, notablemente, de estudiantes extranjeros en Estados Unidos es el resultado inmediato de leyes más estrictas para la concesión de visados, pero al mismo tiempo es un factor importante del debilitamiento de la hegemonía global de Estados Unidos.

El poder blando comienza con el poder económico. Los déficit gemelos (fiscal y comer-cial) de Estados Unidos pueden llegar a demostrar que son problemas solubles, pero habrá que intentar hacerlo transitando caminos nuevos. En una conferencia reciente, los representantes del Gobierno de Estados Unidos no se mostraron impresionados por las reclamaciones europeas acerca de los déficit y su resultado, el dólar en caída libre. "Ése no es un problema europeo. Se trata de un problema entre nosotros y China", respondieron los estadounidenses.

Casi de la noche a la mañana, China ha surgido de improviso como una fuerza económica en expansión. No sólo posee considerables reservas en dólares, sino que también se ha convertido en la capital manufacturera del planeta. Puestos de trabajo europeos y estadounidenses se están transfiriendo o emigrando de forma creciente a China. En las últimas elecciones presidenciales en Estados Unidos se pudieron escuchar los primeros indicios de ello, con frecuentes protestas contra la subcontratación y el tipo de cambio de la moneda china referenciada al dólar. Esta tendencia no se detendrá. Sin duda, es sólo cuestión de tiempo (un breve espacio de tiempo) antes de que China haga sentir su peso político y militar.

Esto deja en la incertidumbre el futuro de Rusia y de los países que aún se encuentran en su órbita de inf luencia, como Ucrania. Este año fue testigo de un deterioro en la democracia y el imperio de la ley en lo que Putin llama el "antiguo espacio soviético". Este problema constituye un desafío, en particular para Europa.

A primera vista, el 2004 fue un buen año para la Unión Europea, con la finalización en mayo del proceso de ampliación a 25 miembros, realizado con notable éxito. La ampliación no fue sólo un triunfo para la democracia y el imperio de la ley en los países poscomunistas ubicados al oeste de Rusia, sino también un indicador del magnetismo de la Unión Europea y, por ende, de su poder blando.

La ampliación de la UE hacia el este abre la posibilidad de que la nueva Europa emule el dinamismo económico de otros miembros recientes, como España e Irlanda, y ha generado una Unión con la suficiente confianza en sí misma como para comprometerse más explícitamente, incluso con elementos de poder duro,en los Balcanes, Afganistán y otros puntos del planeta. También le ha insuflado la valentía necesaria para emprender abiertamente negociaciones para el ingreso de Turquía.

Sin embargo, no podemos dejar de estar de acuerdo con el canciller Schmidt cuando ve el futuro de Europa cubierto por una nube de incertidumbre. No hay un reconocimiento claro del hecho de que el poder blando de Europa significa poco, a menos que se alíe con el poder duro de Estados Unidos. Pero no hubo avances en el 2004 para recrear una asociación transatlántica que reconozca los inmensos cambios ocurridos en los asuntos mundiales. Los patéticos intentos de ir sola no han fortalecido a Europa, y el antiamericanismo es más dañino para ella que para Estados Unidos.

Por lo tanto, a fines del 2004 la tarea global más importante sigue sin resolverse: la creación de un núcleo confiado y resuelto para el mundo libre. Una alianza de quienes abrazan y practican la democracia liberal proporcionaría un polo de certidumbre en un mundo altamente incierto. Esperemos que el 2005 nos acerque unos cuantos pasos a ese objetivo.