īLa alcaldesa de Cunitī, Pilar Rahola

Hablaba ayer del velo y de la confusión mental de muchos políticos, y zas, llegó la alcaldesa de Cunit. Se llama Judith Alberich, es socialista y, según la instrucción judicial, intentó frenar la detención de un imán imputado por coaccionar a una mujer musulmana, que trabaja, conduce su coche, se relaciona con no musulmanes y no lleva velo. Es decir, mientras el inspector de policía intentaba detener a Mohamed Benbrahim, imán de Cunit, y a otras personas, incluyendo el presidente de la Asociación Islámica, por haber convertido la vida de Fatima Ghailan en un auténtico infierno, la alcaldesa frenó la detención "para no crear un conflicto social" y hasta intentó que Fatima retirara la denuncia contra el imán. Este es el relato del infierno: agresiones, amenazas , coacciones, insultos y vacío social a sus hijos, presión al marido y oferta de casarlo con otra mujer, presión a otros imanes para que la echaran del trabajo y hasta una campaña en su contra con un papel en blanco que firmaban personas que, según la instrucción, no saben leer. Mientras todo esto ocurría, la alcaldesa se dedicaba a "mediar" y frenar el proceso penal, y por el camino de la "mediación" Fatima padecía depresiones, temía por su vida y sufría lo indecible. ¿Su culpa? Haberse quitado el velo, hablar un catalán perfecto, estudiar un máster y trabajar. Su culpa era ser dueña de su destino. Por suerte, el juez de paz de Cunit presenció la última agresión que Fatima y su marido sufrieron en plena calle y se aceleró el proceso. Sólo cabe esperar ahora que, si los hechos se confirman, estos tipos sean tratados como lo que son, simples delincuentes. No caben medias tintas, con la excusa multicultural, en la defensa de las víctimas ante sus agresores.

Sin embargo la ley es para todos igual, pero para unos menos, o así lo piensan gentes como esta alcaldesa, meritoria alumna de la Alianza de Civilizaciones, que consideró más importante tener tranquilo a un imán integrista que defender a su víctima. Presionar a Fatima para que retirara la denuncia merecería, en cualquier país razonable, su dimisión inmediata, porque es evidente que conocía un delito grave e intentó taparlo. Pero tal como están las cosas en la feliz Arcadia multicultural, a lo mejor le dan una medalla. Sea como sea, Alberich es el ejemplo de la empanada mental que tienen algunos con la cuestión islámica. No han entendido que la única forma de cohesionar islam y democracia es amparando a las Fatimas y encarcelando a los Benbrahim, y teniendo claro que un integrista que desprecia a las mujeres y las segrega no es un hombre de Dios, es un delincuente. Si no tenemos eso claro, la democracia se va al garete. Porque la paz de una comunidad no puede amparar ideologías totalitarias que destruyen derechos fundamentales. Si lo hace, es paz, pero es la paz de los cementerios.

30-I-10, Pilar Rahola, lavanguardia