de mal en peor...

Por primera vez, militares estadounidenses fueron asesinados ayer en territorio pakistaní. Tres instructores o agentes de paisano murieron junto a cuatro niñas como consecuencia de una bomba accionada por control remoto al paso de su vehículo en el Bajo Dir, una provincia pastún con fuerte presencia talibán.

Otros dos militares norteamericanos fueron heridos. Todos viajaban en un convoy cuyo supuesto destino era la inauguración de una escuela femenina reconstruida con ayuda estadounidense, una de las muchas que los talibanes derruyeron mientras aterrorizaron Swat y sus alrededores.

Con toda la intención, la bomba fue colocada junto a otra escuela de niñas en la localidad de Koto. Cuatro alumnas murieron bajo los escombros. Tenían entre 10 y 15 años. De los 70 heridos, 63 son niñas.

Un supuesto portavoz talibán, Azam Tariq, en llamadas a agencias de prensa, se atribuyó el atentado "contra los agentes de Blackwater", la empresa mercenaria norteamericana, rebautizada hace un año como Xe.

La embajada estadounidense en Islamabad reconoció que los tres muertos y los dos heridos occidentales eran militares norteamericanos, aunque aclaró que su misión era la de instructores del Cuerpo Fronterizo, fuerza paramilitar reclutada entre los propios pastunes para luchar contra los insurgentes en zonas del noroeste próximas a Afganistán. De su actividad instructora o humanitaria no se tenían noticias.

La confirmación de la presencia de militares de EE. UU. en Pakistán - oficialmente desmentida en infinitas ocasiones-pone en un aprieto tanto a Washington como a Islamabad. El debilitado Gobierno pakistaní tiene que maniobrar entre un ejército receloso de perder preeminencia a favor de los civiles - sentido en el que presiona Barack Obama, a diferencia de su antecesor-y una opinión pública cuyo antiamericanismo se ve inflamado por los propios uniformados. Asimismo, la multiplicación de personal norteamericano en legaciones diplomáticas o agencias humanitarias levanta grandes suspicacias en las autoridades de un país predispuesto a ver conspiraciones por todas partes, mayormente contra su arsenal nuclear o sus intereses en Afganistán.

Por otro lado, el atentado también pone de manifiesto que el ejército no ha limpiado completamente las zonas arrebatadas a los talibanes el verano pasado en Swat y otros territorios, en una ofensiva que provocó más de dos millones de desplazados.

El atentado reabre interrogantes sobre la información privilegiada que se filtra a los terroristas.

En el caso de que las víctimas sean agentes de inteligencia, sería un segundo golpe de envergadura, tras el que hace un mes se llevó por delante a siete empleados de la CIA en Afganistán. El agente doble y terrorista suicida apareció luego en un vídeo junto al líder de los talibanes pakistaníes, Hakimullah Mehsud, a quien la televisión pakistaní daba por muerto el pasado lunes. Pero la CIA no lo debe tener tan claro, ya que anteayer lanzó el mayor ataque con drones hasta ahora - al menos ocho aviones robot-sobre Waziristán del Norte, donde se esconden los caudillos Mehsud. Hubo 31 muertos.

4-II-10, J.J. Baños, lavanguardia