´Esa comisión lo tiene difícil´, Quim Monzó

A lo tonto a lo tonto, hace ya seis años que se creó la famosa Comisión para la Racionalización de los Horarios Españoles. ¿O son ya siete años? En cualquier caso, suficientes como para que haya tenido tiempo de irnos suministrando, cada tanto, informaciones sobre cómo deberían ser aquí los horarios a los que la inmensa mayoría de la gente tendría que adaptarse para dejar atrás los actuales, que -empezando por los del trabajo- son pura demencia y con los que es difícil conciliar vida laboral y personal. La última noticia sobre la comisión es de hace unos días, para avisarnos de que lo óptimo sería seguir el modelo de los países nórdicos y de Portugal. Una evidencia para llegar a la cual no he necesitado nunca en mi vida comisión alguna. Pero, bueno, poco más pueden hacer que impartir pedagogía. En esa noticia se explica que el presidente del invento, Ignasi Buqueras, ha dado a conocer una encuesta que han hecho a embajadores españoles en veintitrés países europeos. Cabe destacar la jornada intensiva de Finlandia y su -quizá no casual- alto índice de productividad, y el hecho de que en Suecia horarios laborales y escolares coinciden, algo tan sensato que costará de conseguir aquí, donde se trata de hacerlo todo muy complicado, y de que el horario de las escuelas y el laboral de los padres no coincida nunca, para así poder quejarse y decir que todo es una porquería... 

¿Y las sacrosantas comidas del mediodía, los días laborables? No hay institución más sagrada que esa. Las personas importantes se llaman por teléfono, quedan para comer, se sientan a la mesa a las dos y media y, plato tras plato -más cafés, copas y puros-, no levantan el culo del asiento hasta las cinco, o las cinco y media. Cuando vuelven al trabajo ni se les ocurre que -en un país civilizado, habiendo dedicado como máximo sesenta minutos a comer- a esa hora la gente ya estaría volviendo a su casa. Y si ellos siguen ese horario, ¿por qué sus subalternos tendrían que seguir otro? Así, en vez de recoger e irse a casa a las cinco, ellos a las cinco empiezan su jornada de tarde, que no acabará hasta las ocho o las nueve. Lo que sea con tal de volver a casa cuanto más tarde mejor y así estar lo menos posible con el resto de monstruos que la habitan.

11-II-10, Quim Monzó, lavanguardia