(Discapacitados:) ´Metamorfosis de la mirada´, Francesc Torralba

En los últimos lustros, se ha transformado positivamente la percepción social de la discapacidad. La misma terminología para referirse a este colectivo ha cambiado significativamente. Se han abandonado ya expresiones humillantes y cargadas de prejuicios y se han incorporado vocablos que identifican más exactamente esta realidad. Paulatinamente se está imponiendo un nuevo paradigma ético y antropológico. Se parte de una visión distinta: todo ser humano es un ser vulnerable, pero existen distintos grados de vulnerabilidad. Toda persona es un abanico de posibilidades, de potencias que, debidamente estimuladas, permiten múltiples desarrollos. Ha caído ese severo muro entre los normales y los anormales,entre los válidos y los inválidos,entre los capacitados y los discapacitados. Desde este nuevo paradigma, se parte de la idéntica dignidad de todo ser humano, de su pleno derecho a vivir conforme a sus valores y opciones fundamentales y, en este sentido, se buscan todos los medios para hacer posible la emancipación social del máximo número de ciudadanos.

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No es esta una evolución puramente ornamental, sino que expresa un cambio de mentalidad, una metamorfosis de la mirada. Michel Foucault y otros grandes pensadores del siglo XX han tenido una influencia decisiva en este cambio de paradigma, en el modo de acercarse a los grupos más vulnerables y marginados de la sociedad. El autor de la Historia de la locura nos enseña a distinguir entre las palabras y las cosas y cómo las palabras pueden estigmatizar e introducir microfísicas de poder en el seno de la sociedad, falsas jerarquías y clasismos de todo tipo. Han caído muchos tópicos, prejuicios y preconcepciones negativas y ello no ha sido por casualidad, sino consecuencia directa de la práctica educativa, de la implicación de toda la sociedad para cambiar la visión de este colectivo, pero especialmente de los profesionales y familiares que les cuidan y les defienden. A pesar de todo, subsisten ciertas inercias y actitudes que todavía son difíciles de extirpar del imaginario colectivo. Persiste, calladamente, una tendencia paternalista, una actitud falsamente compasiva y caritativa en el mal sentido de la palabra.

Durante la historia de Occidente, ha sido un colectivo marginado, ignorado o, en el mejor de los casos, asistido en el ámbito de la privacidad. Se le ha alejado del mundo de los normales,de la vida colectiva, del ejercicio de la ciudadanía.

Déjame intentarlo, Tomás Castillo. Ediciones CEAC, 2009
Discapacidad
, Marta Schrn. Ed. Lugar, 1999
Derechos de las personas con discapacidad
, Javier de Laorden. CGPJ, 2007
Discapacidad y mercado de trabajo
, Alfonso Alba y Fernando Moreno. Fundació Autisme Mas Casadevall, 2004
El curioso incidente del perro a medianoche, Mark Haddon. Ed. Salamandra, 2004

Afortunadamente, vivimos ya en una sociedad donde se está normalizando su situación, se reconocen sus derechos inherentes y ello tiene repercusiones en todos los planos: en la vida educativa, social, laboral, afectiva y espiritual. Ya no se ve al discapacitado como un puro ser de necesidades, sino también como un ser con posibilidades, con capacidades, con un potencial y una riqueza de recursos para desarrollar y para cultivar. Se está produciendo una metamorfosis que va del paternalismo despótico de signo hipocrático al reconocimiento moderno de la autonomía del discapacitado. Se vela para que tenga su propia vida, para que pueda desarrollarse en el máximo grado, tanto en el orden físico como emocional, social y espiritual. Esa mirada paternalista, falsamente compasiva, se está transformando y la percepción social ha variado. Aun así, el proceso de normalización en los ámbitos educativos y laborales no está exento de dificultades.

La dignidad, como se reconoce en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre (aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en el año 1948), es inherente a todo ser humano por el mero hecho de serlo. Tiene una raíz ontológica. No depende, en ningún caso, de su grado de autonomía mental, ética, funcional, física o emocional. Para que esta metamorfosis de la mirada sea totalmente efectiva es necesario que la sociedad sea porosa a este colectivo, que no lo perciba como un lastre, como una carga o como un peso social o económico, y sea capaz de detectar su potencial laboral y social, creativo y artístico, su capacidad para amar y para edificar una sociedad más noble. Existen instituciones, a lo largo de toda la geografía del país, que no sólo les acogen sino que crean riqueza con los discapacitados físicos y psíquicos, que construyen efectivamente bienes para el conjunto de la comunidad. Es un capital social que tener en cuenta, una fuente de riqueza.

En definitiva, se está produciendo una gran transformación del modelo: el paternalismo fundado en la beneficencia deja lugar al respeto y a la promoción de la autonomía en todas sus formas. Una sociedad decente, desde el punto de vista ético, es receptiva a los ciudadanos más vulnerables que hay en ella y les ofrece posibilidades para hacer realidad sus sueños.

 

 21-II-10, Francesc Torralba Roselló, director de la cátedra Ethos de la Universitat Ramon Llull , lavanguardia