"El Japón de Koizumi", Manuel Castells.

El Japón de Koizumi

La arrolladora victoria del primer ministro Koizumi en las elecciones japonesas marca un viraje significativo en la política de la segunda economía del mundo. Koizumi se la jugó en torno a su programa de kaikaku (reforma), que en la práctica equivale a una política de privatización de empresas publicas y a una modernizacion del Partido Demócrata Liberal (PDL), que ha gobernado casi ininterrumpidamente desde hace medio siglo. La propuesta clave es la privatización de la empresa de Correos, decisiva en la vida social y económica del país. La mayoría de la gente tiene sus ahorros en cuentas postales. Añadiendo sus propias inversiones, Correos japonés dispone de un capital de más de 2 billones de euros. De esos fondos tira el Gobierno cuando necesita subsidiar a sectores tutelados o limpiar los agujeros de los bancos japoneses. A cambio, la banca japonesa sigue al pie de la letra las indicaciones del Banco de Japón. Por tanto, la privatización de Correos disminuye considerablemente la capacidad de intervención del Estado y es un paso importante en la relajación de los lazos de clientela en que está basada la política japonesa.

Por eso la vieja guardia del partido de gobierno se opuso. Y aquí Koizumi, un líder con un nuevo estilo de decisión en la opaca política japonesa, cortó por lo sano, dimitiendo o expulsando a los díscolos del PDL y buscando el apoyo de los electores contra los santones de su propio partido.

Con la mayoría absoluta en la mano, sin necesidad de apoyarse como hasta ahora en el partido del tradicionalismo budista, el Komeito, Koizumi parece empeñado en superar el corsé de la corrupta política japonesa y modernizar su país, empezando por las instituciones de gobierno. Porque el estancamiento de la economía japonesa desde 1990, a pesar de un modesto repunte reciente, tiene raíces profundas en las formas de gestión del país. El mismo modelo de Estado que lideró el milagro japonés en el periodo 1950-1980 está en la raíz de la decadencia económica, social y tecnológica de Japón desde hace 15 años. El modelo era muy simple. La política servía para controlar a la sociedad y movilizarla en la re-construcción tras la guerra. Los estadounidenses dejaron en el poder a una coalición de notables organizados en familias políticas en el interior del mismo partido. Cada familia se aseguró sus esferas de poder y fondos en el Estado y las utilizó para constituir su clientela, tanto en el gobierno nacional como en las prefecturas provinciales. Tal sistema era eficaz en el control, pero disfuncional en la dirección del país. Por eso, el poder de decisión se dejó en manos de la Administración del Estado, controlada de forma casi autónoma por una casta de capaces burócratas y tecnócratas, generalmente no corruptos y con un acendrado sentido de servicio a la nación. El nacionalismo japonés pasó de militar a económico. El Ministerio de Finanzas y el Ministerio de Industria y Comercio Internacional (nuevo nombre del Ministerio de Armamento en el régimen anterior) dirigieron la competitividad, en inversión, comercio y tecnología, de las grandes empresas japonesas organizadas en torno a los keiretsu,conglomerados industriales multisectoriales con un banco en su corazón. Garantizando empleo estable a los trabajadores masculinos de las grandes empresas, apelando a hacer país y elevando notablemente el nivel de vida (pero no en la vivienda), Japón mantuvo la paz social y prosperó mediante la copia, adaptación y mejora de las nuevas tecnologías producidas en Estados Unidos. Pero a partir de 1990 el modelo entró en crisis. Explotó la burbuja inmobiliaria provocada por la especulación financiera sobre una urbanización acelerada y sin control, poniendo en peligro numerosos bancos. El sistema financiero, acostumbrado a extender créditos sin garantías, entró en crisis y tuvo que ser salvado por el Estado. La innovación tecnológica se ralentizó porque Japón había llegado a la frontera, ya no bastaba imitar, y para tener su propio sistema de innovación le faltaba una universidad innovadora. Y la universidad no innovaba porque el sistema de educación japonés está basado desde la primaria en pasar exámenes selectivos para subir escalones hasta llegar a la admisión en las selectas universidades llamadas imperiales. Un problema clave sobre el que investigué hace algún tiempo cuando enseñé en la Universidad Hitotsubashi de Tokio (donde se forman los dirigentes de las grandes empresas) y que no parece haberse resuelto. Las empresas multinacionales decidieron independizarse del Estado, ya no lo necesitan. Y la sociedad japonesa - sobre todo los jóvenes- no tolera la disciplina estricta, la promoción por antigüedad, la vida marcada por exámenes y jerarquía, el patriarcado cotidiano y la frecuente corrupción de un sistema político monocolor con una oposición socialista testimonial.Aquí llegó Koizumi. Entendiendo la crisis estructural en la que estaban, lleva tiempo reformando el instrumento político como condición para actuar y para acabar con la autonomía de la burocracia administrativa. Es la perestroika japonesa... Porque los grandes problemas sociales, como el rápido envejecimiento de la población y la crisis de la vivienda, no pueden ser tratados por la política clientelista. Koizumi, un liberal convencido, necesita movilizar a la sociedad contra la desprestigiada clase política en la que él se incluye. Ahora bien, para ello hace falta una ideología sustitutoria del sacrificio por el desarrollo del país, una motivación que ya no funciona. De ahí el fuerte componente nacionalista de su estrategia. Japón tiene que contar de nuevo como potencia mundial. Por eso participa en la guerra de Iraq. Por eso también presiona a EE. UU. para entrar en el Consejo de Seguridad de la ONU. Y quiere cambiar la Constitución, que prohíbe tener fuerzas armadas excepto defensivas. Está aumentado el presupuesto militar. Y rinde homenaje a los héroes de la II Guerra Mundial, sin pedir perdón, como hizo Alemania en su momento, por las atrocidades japonesas en Asia y sobre todo en China. Como China también utiliza el nacionalismo como ideología sustitutoria del comunismo en desuso, el conflicto está servido. Más aún, hasta ahora las dos economías se necesitaban. Pero cada vez más China gana competitividad sobre Japón, algo que la debilitada economia nipona no se puede permitir. El Japón de Koizumi es un Japón de nuevo en movimiento. Pero aún no sabemos hacia dónde ni con qué consecuencias para un mundo ya suficientemente perturbado.

lavanguardia, 17-IX-05