´Los ciberguerreros de China´, Brahma Chellaney

El mundo hoy acepta que proteger nuestra atmósfera, hidrosfera, litosfera y biosfera es responsabilidad de todos los países. La misma norma se debe aplicar al ciberespacio, que es esencial para nuestra vida cotidiana, el bienestar económico y la seguridad.

En tiempos en que los ciberataques aumentan en todo el mundo, la secretaria de Estado de EE. UU., Hillary Clinton, declaró con razón que un ataque a las redes informáticas de una nación "puede ser un ataque a todas las naciones". De hecho, son un recordatorio de que, como parte de los recursos globales, el ciberespacio ya se encuentra amenazado. Mencionando a China entre un puñado de países que han aumentado la censura a sitios de internet, Clinton advirtió que "una nueva cortina informativa está descendiendo sobre gran parte del mundo". Su declaración, que alude a la "cortina de hierro" de la guerra fría, equivalió a la admisión implícita de que ha dejado de ser válido el supuesto central que ha guiado la política estadounidense hacia China desde los años noventa de que ayudar al ascenso económico chino daría paso a más apertura política en el país.

Si algo ha demostrado China es que un país puede combinar control, coerción y favoritismo para poner freno a los elementos políticamente liberalizadores de internet. Mediante controles discretos pero duros, Pekín sigue una política a la que llama wai song, nei jin:relajados hacia fuera, vigilantes hacia dentro.

Google ha puesto el grito en el cielo, denunciando "un ataque altamente sofisticado que se ha centrado en la infraestructura corporativa que se origina en China". Sin embargo, y a pesar de su lema corporativo "Don´t be evil" (no seas malo), el gigante de internet ayudó en la práctica a desarrollar la censura en línea en esa nación, al crear un motor de búsqueda a medida que filtra todos los sitios web y referencias que el Gobierno chino considera inadecuados. Ahora también se ha convertido en víctima de la creciente intromisión cibernética china, del mismo modo como la política de contemporización que Francia y el Reino Unido tuvieron hacia Hitler terminó por volverse en su contra.

China despliega decenas de miles de ciberpolicías para bloquear sitios web, patrullar cibercafés, comprobar el uso de los teléfonos móviles y rastrear activistas de internet. Sin embargo, la amenaza a los nuevos recursos globales comunes no radica en lo que China haga internamente, sino en que la manera en que los conocimientos que ha obtenido con este cibercontrol local ha terminado por ser invalorable para sus actividades de intromisión cibernética fuera de sus fronteras. El asesor de Seguridad Nacional de India se quejó hace poco de que otra vez su oficina había sido blanco de ataques de piratas informáticos.

"Hay una impresión general de que fueron los chinos", señaló. Autoridades en Alemania, Reino Unido y Estados Unidos han reconocido que en sus redes de gobierno y militares han irrumpido ciberintrusos de origen supuestamente chino.

La amenaza cibernética internacional apoyada por el Estado tiene dos niveles. El primero es nacional, en el que los piratas se interesan principalmente en dos objetivos. Uno es robar secretos y lograr una ventaja asimétrica sobre otro país. El otro objetivo es comercial: robar propiedad intelectual.

Es cierto que, si un ciberataque se camufla, no es fácil identificar el país desde el que se origina. A pesar del uso del llamado "espionaje de falsa bandera" y otros métodos, los ataques se pueden efectuar a través de las computadoras de un tercer país. Resulta poco probable que estos piratas, especialmente los que se dedican al ciberespionaje, robos cibernéticos e intimidación, sean particulares sin vínculos con el Gobierno chino, y es más plausible que tengan relación con el Ejército Popular de Liberación. En una guerra, este contingente irregular de piratas se convertiría en la vanguardia tras la que el EPL combata al enemigo. Los ciberataques sistemáticos constituyen una nueva frontera de la guerra asimétrica, en tiempos en que el mundo ya está enfrentando otras amenazas no convencionales, como el terrorismo transnacional.

Puesto que la seguridad y la prosperidad nacionales hoy dependen de la capacidad de garantizar la seguridad del ciberespacio, el combate eficaz del cibercrimen debe pasar a ser una prioridad internacional. De lo contrario, se convertirá en el próximo campo de batalla por los recursos globales comunes.

 

6-III-10, Brahma Chellaney, ex miembro del Consejo de Seguridad de India, profesor de Estudios Estratégicosdel Centro de Estudios Políticos de Nueva Delhi, lavanguardia