´Celulitis´, Víctor-M. Amela

En el banal programa sabatino matinal Vuélveme loca (Telecinco), dedicado a cotillear y tomatear para pasar el rato, presencié ayer uno de los modos en que la televisión influye decisivamente en las capas telespectadoras de la sociedad, es decir, en la sociedad entera. Las presentadoras -dos chicas joviales, guapas, chispeantes y pizpiretas- comentaban una imagen: una foto de detalle de unas piernas de mujer cruzadas. Veamos la foto: gracias al ángulo con que está tomada entendemos que la mujer de las piernas anónimas está sentada, y el foco muestra la flexión de la piel en el roce de ambos muslos, un pliegue que desvela un cierto granulado dérmico... Sí: celulitis. Las presentadoras del programa -mujeres joviales, guapas, chispeantes, pizpiretas- pronuncian la palabra "celulitis" con el mismo asco con que pronunciarían "basura", "diarrea", "vómito", "detritus", "chancro", "despojo", "colgajo", "carroña", pronuncian la palabra "celulitis" con el mismo desprecio con que pronunciarían "crimen", con el mismo escalofrío con que pronunciarían "infección", con el mismo horror con que pronunciarían "tumor". Acto seguido, cuando ya ha quedado claro el espanto que supone esa (apenas incipiente) "piel de naranja", nuestras alegres chicas plantean un concurso al telespectador: se trata de adivinar qué mujer famosa y glamurosa es la portadora de esa infamante celulitis, de ese degradante signo epidérmico de la vergüenza llamado celulitis, y que juraría que están equiparando con alguna patología del alma. Sí, ése es el tono de la adivinanza: a ver quien adivina la identidad de la culpable del pecado, de la responsable de la vergüenza. Y como castigo por tamaña infamia anatómica, ¡le veremos la cara! Antes escarnecíamos a las mujeres endemoniadas, ahora a las que tienen celulitis. Con estos planteamientos -formulados por mujeres, en una sañuda campaña en que mujeres avergüenzan a mujeres-, ¿quién se puede alarmar luego de que crezcan las peticiones de liposucciones y de cirugías dermoestésticas? ¿Quién se puede escandalizar de que nuestras chicas odien sus cuerpos porque no logran amoldarlo a una idea de perfección que es perfectamente inexistente?

7-III-10, Víctor-M. Amela, lavanguardia