´Licencia para robar ´, Fernando Ónega

Aquí lo importante es robar; después no se devuelve un euro. Esa es la lección moral que el sistema le enseña a la sociedad. Hubo un tipo conocido como el Dioni, que se apropió de trescientos millones yanda por ahí tan pancho. Incluso tuvo fases de ídolo, a juzgar por el aire que le dio la televisión. El dinero se ha esfumado. Otros delincuentes que han robado dinero público en episodios de corrupción han pasado por la cárcel, pero también andan sueltos y viven como antiguos marqueses a costa del dinero del contribuyente. Y Brunet acaba de contar en este diario como Luis Roldán se dispone a salir de la cárcel manteniendo casi íntegro el capital acumulado a base de chanchullos. El tiempo de prisión del antiguo director de la Guardia Civil ha sido entendido por el nuevo hombre libre como una inversión. En su día habrá echado las cuentas de cómo le sale cada mes entre rejas si no devuelve el dinero, y lo habrá encontrado rentable en la relación precio-tiempo.

De la misma forma, habrá honrados ciudadanos que echen la misma cuenta y habrá división de opiniones: unos sentirán envidia por la rentabilidad obtenida; otros se preguntarán qué leyes tenemos, que permiten que no se devuelva nada de lo robado. El saqueo de una institución parece un pecado venial. ¿De qué sirve que los medios informativos exijan máxima limpieza pública? ¿De qué sirve que los dirigentes políticos se comprometan con códigos éticos, regeneración o persecución del corrupto?

Francamente: sirve para ser noticia un día, enardecer los mítines, cosechar un par de aplausos y se acabó. Todos los escándalos habidos en este país han irritado a la sociedad, pero sus autores se hicieron ricos y siguen siendo ricos. Con lo cual, el mensaje que se envía a los ciudadanos es que casi vale la pena robar. Si no te pillan, has hecho el negocio de tu vida.

Si tienes mala suerte y te descubren, pagas los peajes de mala imagen y retiro en la cárcel, pero la pasta en el bolsillo. Sólo se requiere una condición para el éxito: robar mucho, una cantidad que te resuelva la existencia. Para quedarse con un dinerillo vulgar y encima pasar por corrupto o ladrón, casi es preferible la honradez.

9-III-10, Fernando Ónega, lavanguardia