´Obama frente a Israel´, Xavier Bru de Sala

Israel vuelve a traer de cabeza a más de medio mundo. Netanyahu, con su claridad habitual, ha recordado que la política de asentamientos viene de lejos y proseguirá. También viene de lejos la oposición de la mayoría de las cancillerías y líderes a las pretensiones de extensión territorial, y el apoyo a la creación de un Estado palestino viable. Una y otra vez en los últimos decenios, no siempre por culpa de Israel, la solución del conflicto se ha ido al garete cuando más cercana parecía, arruinando las expectativas y esperanzas. La novedad, relativa pero significativa, es el desafío a la Administración Obama. Si algo hay que concluir a partir de la experiencia acumulada y los datos del presente, es que el acuerdo de paz sigue sin asomar en el horizonte visible. Por mucho que se oigan declaraciones anunciando nuevas rondas negociadoras, la tozuda realidad es que pertenecen al reino de la distracción o el alivio bienintencionado de la tensión, ahora, todavía más que en ocasiones precedentes. El objetivo de paz a cambio de territorios sigue siendo, por desgracia, una entelequia.

Israel tiene no sólo derecho a la existencia, sino también a la seguridad, a defenderse de las amenazas, en primer lugar del terrorismo. Por otra parte, los palestinos aspiran, con no menor legitimidad, a un estado propio. Dejando a un lado los extremos del Eretz Israel, que aspira a la conquista de toda Palestina, y las soflamas que pretenden echar a los judíos al mar, la corriente principal o mayoritaria de quienes contemplamos con preocupación el escenario predica una paz que conjugue la seguridad de Israel y el Estado palestino. ¿Tan difícil es? Casi imposible, si no se producen variaciones sustanciales en los actores del drama. Visto el encasillamiento de quienes actúan sobre el terreno, la novedad principal consistiría en el acercamiento de Estados Unidos a las posiciones europeas. Un cambio de esta magnitud sí variaría los vectores de fuerza.

¿Es previsible que ocurra? Veamos. El error de la Administración Obama consiste no en perseguir los mismos fines que buena parte de las precedentes, sino en el hecho de contar con parecidos métodos. Allí donde otros han fracasado, es improbable tener éxito sin variaciones sustanciales. Es más, algunos predecesores de Obama han llegado casi hasta el final en su empeño, mientras el actual presidente y su equipo se estrellan en los prolegómenos. Cabe concluir en consecuencia que por ahí no van bien. Si se tratara, desde la Casa Blanca, de marear la perdiz de cara a la galería, es probable que el Gobierno israelí hubiera reaccionado de modo menos altanero. Es de temer que la desafiante reacción israelí guarde relación con la anunciada contundencia del propósito.

La motivación es clara, pero no nueva: la política expansiva de Israel, la negativa de fondo a colaborar en serio para una paz duradera, perjudica más que beneficia a Estados Unidos. Si esta afirmación, que tengo por verdadera, se abre paso, algo puede empezar a cambiar. La paz o por lo menos el planteamiento, por parte americana de una solución menos injusta para los palestinos, significaría un alivio a la tensión mundial.

La batalla de la imagen puede ser decisiva. Por mucho que se defiendan los abusos, por muchas ofensivas mediáticas que se produzcan, en Estados Unidos pero también en Europa, Israel va perdiendo puntos. Que no los ganen los partidarios y manipuladores a su favor de la causa palestina, no pasa de consuelo relativo. La peor parte del sufrimiento, la llevan los palestinos, sin tendencia a mejorar.

El pactismo ha fracasado. Ambas partes han ido demasiado lejos para salir del conflicto por su propio pie. No basta con un empujocinto exterior. Ni siquiera con una exigencia, porque las exigencias son en la práctica simples exhortaciones. ¿Alguien confía en una nueva ronda de negociaciones? Pueden ser convenientes si se trata de mantener el conflicto dentro de unos límites, de modular su intensidad a la baja y evitar explosiones. Pero es dudoso que lleguen a aportar algo hacia una solución más o menos definitiva. Los principios para la paz están claros. El método para acercarse a ella ha fracasado siempre y seguirá fracasando, como reconocen los expertos y los protagonistas más sinceros. En vez de esperar meses para una entrevista entre los dos líderes en conflicto - sin consecuencias más allá de la foto-la receta consistiría en perfilar la paz en conferencia internacional, sin la participación de los dos implicados, Israel y Palestina. El resultado, la hoja de ruta, no habría que negociarlo o pactarlo sino imponerlo. Ben Ami, uno de los más lúcidos expertos, lleva muchos años hablando de tropas internacionales de interposición. De eso se trata. ¿Cuánto tardará Estados Unidos en darse cuenta? Si Barack Obama no reacciona con suficiente contundencia, si su país no encuentra el consenso interno para iniciar la vía de la imposición, seguiremos como estamos, aunque nadie, ni siquiera Israel, ganará ya nada de veras significativo o que compense de otras pérdidas.

19-III-10, Xavier Bru de Sala, lavanguardia