"Fuera de la feria", Quim Monzó.

Fuera de la feria

Los organizadores de la Feria de Abril de Catalunya -que acaba el domingo- han explicado que, a partir del próximo año, planean prescindir de algunas subvenciones. No de todas, ya que seguirán disfrutando de espacio y de dispositivos de seguridad y de emergencias a cargo de los contribuyentes.

Ya puede desgañitarse el concejal de Gràcia pidiendo para la fiesta mayor de su barrio ayudas económicas similares a las de la feria, porque no las tendrá. La feria es un hongo especial en la historia de este país. Nunca ninguna otra fiesta de ese nivel ha recibido tantas prebendas por parte de las autoridades, catalanas y barcelonesas. ¿Algún día alguien sacará a la luz las cuentas de todos estos lustros? El otro día oí por la radio a Lluís Cabrera, de la asociación Els Altres Andalusos, que cargaba contra los impulsores de la feria, la Federación de Entidades Culturales Andaluzas en Cataluña (Fecac), que preside Francisco García Prieto. Explicaba Cabrera que le había llegado un informe municipal que deja claro que las cifras de visitantes de las que la Fecac alardea distan mucho de la realidad. Que, por ejemplo, en el 2001 la feria tuvo menos de cien mil asistentes, no los dos millones seiscientos mil que decían. Me divirtió García Prieto cuando al día siguiente declaró que el informe lo había filtrado él, a través de un topo que tiene en Els Altres Andalusos.

Pero quien de verdad me gustó fue Cabrera, por cómo arremetía contra lo intocable y entraba a saco en los tabús que han rodeado a la inmigración estos años. Cabrera se preguntaba, por ejemplo, cómo es posible que el PSC haya montado una sectorial árabe, otra latinoamericana... ¿Es así como va a afrontar el reto de la nueva inmigración? ¿Compartimentando a los inmigrantes según su origen? Le oí decir que, en vez de mantenerlos en guetos, más valdría que hablasen de cómo construir la Catalunya del futuro. En la página web de esa organización (www.altresandalusos.org) he leído el manifiesto más sensato y honorable de todos los manifiestos que me han caído en las manos en los últimos años, y han sido bastantes. Se habla ahí de los que, en nombre de los andaluces, intervienen en la política catalana y viven de la subvención, de los que potencian la permanente, de los que utilizan el chantaje como comercio electoralista, del paternalismo de los Pujols y los Maragalls y de que no hay nadie autorizado a repartir cédulas de catalanidad o de andalucidad.

Es una alegría que, este año, con motivo de la inauguración de la feria, la voz de Els Altres Andalusos haya merecido un recuadro en algunos diarios, pero la realidad es que la asociación es apabullantemente desconocida por la ciudadanía. La connivencia de la mayoría de los políticos y de bastantes medios con el sector inmigrantista menos propicio a la integración real ha hecho que, a la que surge una polémica, siempre se dé la palabra a los mismos. Si, por ejemplo, el Govern prepara una propuesta de ley lingüística, se pregunta a los de siempre para que, siguiendo el ritual, expliquen que, cada día, para desayunar, los catalanes se zampan dos castellanohablantes fritos, con acompañamiento de patatitas paja. En ningún otro caso admitirían tal ausencia de pluralismo. En cambio, con los que un día inmigraron, sí, como si todos pensasen lo mismo y marcasen al unísono el paso de la oca.

lavanguardia, 29-IV-05