los tártaros de Polonia, una historia de 600 años

Cuando el príncipe Carlos, heredero del trono británico, visitó el pasado martes la pequeña aldea de Kruszyniany, en el extremo oriental de Polonia, las imágenes televisadas de la visita del príncipe a una pequeña y antigua mezquita local de madera recordaron no sólo a los británico sino a los propios polacos la presencia entre ellos de una diminuta pero antiquísima colonia musulmana de tártaros, de la que muchos polacos ni son conscientes.

Hoy en Kruszyniany, un pueblo de escasos 160 vecinos, viven sólo cuatro familias tártaras, una triste recuerdo de una comunidad que al término de la Segunda Guerra Mundial contaba con 300 almas. Otros cuatro hogares tártaros y una pequeña mezquita persisten en la vecina aldea de Bohoniki. En toda Polonia la comunidad es mucho mayor; asciende a cerca de 5.000 personas, pero la gran mayoría fue esparciéndose por el territorio polaco a lo largo de los 65 años de posguerra, sobre todo emigrando a grandes ciudades en busca de trabajo y mejores perspectivas profesionales.

En Kruszyniany y Bohoniki, aunque ambos pueblitos conservan aún sus templos originales, ya no viven imanes. Mustafa Jasinski, un anciano de 99 años y el gestor de la entera comunidad tártara polaca, que hizo de anfitrión en la fiesta folklórica de bienvenida ofrecida al príncipe Carlos, es imán pero reside en la ciudad de Bialystok, a unos 50 kilómetros de Kruszyniany.

Allí es donde existe la sede del centro islámico y otra mezquita.

Una mezquita fue levantada también recientemente en la capital polaca, Varsovia, aunque más que a los tártaros polacos de viejo abolengo sirve como templo para musulmanes de otros países llegados a Polonia en los últimos decenios y por muy diferentes motivos.

No obstante, ambos pueblos de Kruszyniany y Bohoniki, en cuanto viejísimos asentamientos originarios, continúan siendo lugares de peregrinación y convergencia ocasional para celebraciones y fiestas para muchos tártaros polacos. En ambos se conservan cementerios, donde las tumbas mas antiguas proceden del siglo XVI.

Los tártaros comenzaron a asentarse en lo que hoy es Lituania, Bielorrusia y Polonia en el siglo XIV, cuando las mismas tierras formaban parte primero de Gran Ducado de Lituania, que a partir de mediados del siglo formaría una unión confederal personal con el Reino de Polonia.

Los primeros pobladores fueron caudillos rebeldes de la aristocracia tártara del Janato de Crimea, que entraban al servicio de los príncipes lituanos o reyes polacos, o guerreros tártaros presos en alguna de las muchas guerras en los limites orientales y meridionales de la Polonia de entonces, uno de los más extensos y poderosos estados de la Europa de los siglos XIV-XVII.

Los tártaros polacos de hoy son descendientes de varias oleadas de asentamientos de los siglos XV y XVI, que recibieron tierras y privilegios religiosos y hasta nobiliarios de los reyes polacos. Fueron muy apreciados por sus dotes guerreras como por ser excelentes jinetes y arqueros.

Con el tiempo los tártaros fueron perdiendo sus cualidades guerreras, sobre partir de finales del siglo XVII, cuando Polonia perdió su independencia al ser repartida entre Prusia, Rusia y Austria, así como, debido a matrimonios con polacos, su lengua.

Pero no así su religión. Pese a que el imán Jasinski dice su sermón en polaco, los versos del Corán son recitados en árabe.

La identidad de los tártaros en Polonia la expresa bien Lila Smolska, de 70 años: "Rezo en polaco dentro de mi alma, recito en árabe tal como me enseñaron mis abuelos. Pero me siento primero polaca, luego tártara y al final musulmana".

21-III-10, M. Stasinski, lavanguardia