´Conocerse (o no)´, Oriol Pi de Cabanyes

Conocerse a uno mismo es una de las cosas más difíciles de este mundo. Puede que sea un objetivo inalcanzable, una pretensión condenada a no obtener ningún resultado definitivo, una utopía. Y, sin embargo, procurar conocernos es probablemente la mejor manera de ir mejorando en lo que se pueda, que ya es bastante.

Sin conocer lo mejorable, o lo que se considere mejorable, de nosotros mismos ¿cómo vamos a cambiar? Cambiar es siempre posible. Contra lo que a veces se nos inculca, todos podemos cambiar (a mejor o a peor, que también puede darse). Todos podemos dar un sentido, o un propósito, a nuestra existencia.

A lo largo de nuestra vida no sólo evolucionamos, sino que podemos evolucionar rectificando a conciencia. No hay que quedarse con la idea de que somos como somos para siempre y de que somos quienes somos, de una pieza, desde el día del nacimiento hasta que se nos acaba la batería.

Creo que procurar conocerse en lo que uno pueda es un buen propósito vital. Por ello me ha sorprendido leer que el veterano Josep M. Espinàs afirme tan rotundamente que está "en contra de la doctrina romántica del autoconocimiento".

¿"Doctrina", el autoconocimiento? La diferencia entre una doctrina y un consejo es que el consejo nos deja en la libertad de ser seguido y la doctrina no siempre, sobre todo cuando se concibe como incontestable y de obligado cumplimiento.

Por otra parte, ¿"doctrina romántica", el autonocimiento? ¡Pero si esto ya viene de los antiguos griegos, que a veces da la impresión de que ya sabían todo lo esencial de la condición humana! Fueron ellos quienes primero nos recomendaron el "conócete a ti mismo".

Espinàs dice también que "se necesita un punto de soberbia para quererte conocer, porque estás diciendo que si te conoces te gustarás. Cuando hay tantas cosas interesantes en el mundo, ¿por qué tengo que volcar mi interés en conocerme?"

¿Se necesita "un punto de soberbia para quererte conocer", porque "estás diciendo que si te conoces te gustarás"?... La simpleza del silogismo va en contra de la sabiduría de todos los tiempos. Es cosa recomendable aprender a verse uno desde fuera, como si se tratara de otro. Pero sin quedarse en la superficie, en las apariencias con que a veces juzgamos y somos juzgados. Es mejor quererse conocer que engañarse por no querer verse.

24-III-10, Oriol Pi de Cabanyes, lavanguardia