īCitizens Unitedī, Ramon Mullerat

La financiación de los partidos políticos es una cuestión delicada e imperfectamente resuelta en muchas partes. Hace unas semanas, el Tribunal Supremo de EE. UU. dio un giro de 180 grados en una regulación centenaria y consolidada (McCain-Fengold) al decidir que el Gobierno no puede prohibir ni limitar a las empresas y a los sindicatos contribuir económicamente a las campañas de los candidatos. Hasta ahora, empresas y sindicatos no sólo tenían vedado financiar directamente las campañas, sino también realizar anuncios y publicaciones en favor o en contra de los candidatos. En la sentencia Citizens United vs Federal Election Commission,con un fallo de 5 a 4, el Supremo autoriza a empresas y sindicatos a invertir en anuncios sin límite de coste invitando u oponiéndose a la elección de candidatos, interpretando que la primera enmienda de la Constitución garantiza el mismo derecho de libre expresión a empresas y sindicatos que a las personas físicas. La mayoría de los jueces determinó que el Gobierno no puede limitar a nadie el discurso político, mientras que los jueces disidentes argumentaron que el dinero de las grandes empresas puede inundar la política y la democracia puede resultar comprometida.

Esta decisión es un importante cambio de rumbo. Los demócratas predicen que serán los republicanos, tradicionalmente más afines a la gran empresa, quienes saldrán beneficiados. Obama, crítico con la decisión judicial, ha alertado del riesgo de que los poderosos intereses empresariales influyan en exceso en Washington acallando las voces del americano de a pie. Como advertía The New York Times,el Supremo ha entregado una potente arma a los lobbistas. Estos, a partir de ahora, podrán sugerir a un candidato: "Tenemos un millón de dólares para gastar en favor o en contra de usted, como usted prefiera", o a un político interesando en su reelección: "Si usted vota así, podemos gastar un cantidad ilimitada contra su reelección".

Esta decisión modifica el derecho existente y consolidado y legitima una avalancha de dinero en la esfera política que aumentará el poder de la gran empresa. Pero muchos la aplauden como un gran triunfo de la libertad política. Las consecuencias, favorables o desfavorables, de este giro no tardarán mucho en dejarse ver.

25-III-10, Ramon Mullerat, miembro del Instituto de Estudios Norteamericanos, lavanguardia