īSordomudosī, Martina Klein

Me pregunto cuánto tiempo más vamos a seguir oyendo las atrocidades que se producen en el seno de la Iglesia, nos vamos a llevar las manos a la cabeza, tirarnos un poco de los pelos, y dejar que la vida continúe tan plácidamente. Me pregunto cuándo, de tan comunes, van a dejar de sorprendernos las acciones pederastas de los difusores de la palabra de Dios y vamos a sonreír, como cuando los críos hacen de las suyas y sonreímos porque en el fondo es lo que toca.

Tal día como hoy, leeríamos la exclusiva publicada por The New York Times que destapa los abusos de padre Murphy a niños sordomudos que no tenían ni siquiera la capacidad de gritar, que esos niños fueron 200, que sí, que fue denunciado por el arzobispado de Milwaukee al Vaticano, pero como "el derecho canónico no prevé castigos automáticos", no fue castigado. Que el padre Murphy, como justificación, alegó enfermedad y pidió clemencia, que se la dieron: estuvo los 24 años siguientes ejerciendo el sacerdocio rodeado de jóvenes y niños hasta que murió. ¿Que así es la praxis en la Iglesia ante estos casos? No hay castigo, sino traslado. Cuando acabáramos de leerlo pasaríamos página diciendo, "¡ay!, estos curas…", y nos iríamos a la sección de Deportes o a la de cultura.

Yme pregunto si lo que está pasando hoy no es ya la antesala de esa normalidad. Desde pequeña que pienso que, en una de estas, la Iglesia católica se tambaleará tanto desde sus cimientos ante tal o cual escándalo, que acabará asumiendo sus innumerables errores y, pidiendo clemencia y perdón, cerrará el chiringuito. Pero no. La madurez me ha hecho entender que no hay movimientos sísmicos bajo el Vaticano por muy grande que sea el terremoto moral.

Es más, cuando el mundo se gira hacia la Santa Sede esperando algún tipo de reacción ante otra barbaridad cometida bajo su santo techo, ya ni nos sorprende que no digan nada, ni que le quiten hierro. Tampoco nos sorprende que se abran debates absurdos que hagan de cortina de humo para que el escándalo pase de puntillas y, ante otra noticia de abusos, haya quienes nos llamen hipócritas por aceptar el aborto y sin embargo condenar la pederastia, "una muestra igual de horrible de abuso de poder sobre otra vida indefensa". ¿Alguien puede llegar a sugerir que, por la misma regla de tres, si yo justifico un aborto, tengo que justificar la pederastia?... Y así entramos en debate.

Mientras tanto, otro sacerdote muere en su cama, de viejito, después de haber abusado de doscientos niños ¡sordomudos! Es tan, tan cruel, que clamaría al cielo si no fuera porque el cielo también les pertenece. Da mucho miedo. Y si a mí me da miedo escribir, a ti te da miedo comentar, a él le da miedo denunciar, porque "con la Iglesia hemos topado"… No me extraña que no haya escarmiento. Todos somos niños sordomudos.

27-III-10, Martina Klein, lavanguardia