la dictadura china también impone su versión de la historia

Ciudad de vida y muerte
Dirección y guión: Lu Chuan
Intérpretes: Liu Ye, Fan Wei, Hideo
Nakaizumi, Qi Lan, John Paisley
Producción: China, 2009.
Duración: 123 minutos
Fuera de su país, este filme, cuyo rodaje duró más de cuatro años y costó 7,5 millones de euros, se ha estrenado con éxito desigual en Canadá, Reino Unido, Francia, Australia, Estados Unidos y Corea del Sur. Ganó la Concha de Oro en San Sebastián y aspiraba a conseguir un Oscar. Sin embargo, el Gobierno chino se lo prohibió. "Me decepcionó mucho", dice Lu. "Creo -añade- que tenía posibilidades de llevármelo, pero el Gobierno sólo deja presentar las películas de los dos directores de siempre": Zang Yimou y Chen Kaige.

Un año después de su estreno en China llega a España la película que narra uno de los episodios más crueles y sanguinarios de la historia del país asiático. Se trata del filme Ciudad de vida y muerte, del joven director Lu Chuan. Una cinta que fue galardonada con la Concha de Oro en la última edición del Festival de Cine de San Sebastián como mejor película.

Rodada en blanco y negro, la película narra uno de los acontecimientos más luctuosos de la historia de la primera mitad del pasado siglo a través del destino de varios personajes, si bien el protagonista más discutido es un joven soldado japonés llamado Kadokawa. La acción se sitúa en diciembre de 1937, en plena guerra chino-japonesa. Pekín y Shanghai ya han caído ante el avance del ejército imperial nipón. Nankín, entonces capital de China, sucumbe tras trece días de intensos bombardeos. El filme empieza en este momento, cuando en una ciudad destruida sus habitantes afrontan la llegada del invasor.

Lu Chuan, de 39 años y uno de los jóvenes directores más prometedores del país, que la crítica ha definido como el "Spielberg chino",describe en poco más de dos horas la confusión, el miedo y el horror que invaden tanto a los habitantes de Nankín como a las tropas invasoras.

El enfoque conciliador, buscando el lado humano, con que Lu Chuan relata una de las mayores atrocidades del siglo XX, provocó una gran polémica en China. La masacre de Nankín,como se conoce a este episodio de la guerra chino-japonesa, permanece fresco en la memoria de los chinos. Entre 200.000 y 300.000 personas murieron a manos de los japoneses en seis semanas.

Lu, que se asemeja más a un profesor universitario que a un director de cine, considera que era necesario rodar esta película "mostrando realmente la mundo lo que pasó", señala en una entrevista mantenida en la sede de una de las empresas promotoras del filme, en el centro de Pekín. "Quería investigar y explicar como es posible que hombres normales, de un país normal, puedan transformarse en bestias salvajes". Detrás de unas gafas que le dan un aire de estudiante aplicado, reconoce que "no esperaba que se produjera tanta polémica. Creí que la película narraba de una manera correcta los hechos".

Y es que a los pocos días de su estreno en China, Lu no sólo recibió la desaprobación de parte del público, sino incluso correos electrónicos con amenazas de muerte. Buena parte del público no aceptó ni el retrato humano que hace del soldado japonés Kadokawa, ni la actitud colaboracionista de unos de los protagonistas chinos - el señor Tang-para salvar a su familia. A pesar de la polémica, la proyección de Ciudad de vida y muerte ha sido un éxito en China. Sólo estuvo en las pantallas veinticinco días, pero en este tiempo recaudó 170 millones de yuanes (18,5 millones de euros), según su director, que señala que después "fue retirada sin explicación alguna" y se le prohibió presentarse a ningún festival nacional.

Lu especula con la posibilidad de que el Departamento de Radio, Cine y Televisión del Gobierno chino, que tardó siete meses en darle luz verde al guión, decidiera retirarla de los cines por su extrema dureza. Reconoce que suavizó algunas escenas "porque si no el filme hubiera sido demasiado agresivo", explica. En China no hay clasificación para los filmes, que pueden ser vistos por todos, sin distinción de edad.

Fuera de su país, este filme, cuyo rodaje duró más de cuatro años y costó 7,5 millones de euros, se ha estrenado con éxito desigual en Canadá, Reino Unido, Francia, Australia, Estados Unidos y Corea del Sur. Ganó la Concha de Oro en San Sebastián y aspiraba a conseguir un Oscar. Sin embargo, el Gobierno chino se lo prohibió. "Me decepcionó mucho", dice Lu. "Creo - añade-que tenía posibilidades de llevármelo, pero el Gobierno sólo deja presentar las películas de los dos directores de siempre": Zang Yimou y Chen Kaige.

9-IV-10, I. Ambrós, lavanguardia

Que una película sobre la guerra chino-japonesa, centrada en la masacre de Nanking (que en 1937 se cobró unas 300.000 víctimas) haya enojado por igual a los estamentos oficiales de China y Japón denota que se trata de una ficción donde el documento histórico desvela vergüenzas que los respectivos patriotismos habían ocultado celosamente. Es un mérito del cineasta chino Lu Chuan (antiguo alumno de la escuela militar), que con su tercer largo ha logrado encolerizar tanto a los jerarcas de su país, por poner rostro humano a un oficial del ejército nipón, como a las autoridades japonesas por describir la meticulosa matanza que sus tropas produjeron durante el devastador ataque de la ciudad.

Lu Chuan no ha negado que su película de cabecera es La lista de Schindler.Pero Ciudad de vida y muerte va más lejos y hace suya aquella sentencia del primer ministro británico Neville Chamberlain, cuando dijo: "En la guerra, sea quien sea el que se pueda llamar vencedor, no hay ganadores, sólo perdedores". Se trata de una película coral y la inevitable comparación con el filme de Spielberg obedece a la presencia del personaje de John Rabe (interpretado por John Paisley), que ha pasado a la historia como el Schindler de Nanking.Este hombre de negocios alemán llevaba 27 años residiendo en China y pertenecía al partido nazi. Pero expuso su vida para poder salvar la de decenas de miles de personas, durante las atrocidades cometidas por las tropas japonesas.

La extrema brillantez visual, potenciada por una soberbia fotografía en blanco y negro, da a este filme un presunto envoltorio de superproducción, aunque en realidad se rodara con gran precariedad económica. Lu Chuan combina de forma extraordinaria la tragedia colectiva con los dramas interiores. Cabe aventurar que la suya quedará como una película de referencia. Su impacto emocional no decae en ningún momento y muestra que los verdugos también tienen rostro, y el de algunos, pocos, incluso puede llegar a ser un rostro humano.

9-IV-10, Ll. Bonet Mojica, lavanguardia