´El austriacista Lassalle´, Enric Juliana

Se puede leer a Rainer Maria Rilke, formar parte de la ejecutiva del Partido Popular y no perder los nervios ante la reedición de los esperpentos de Valle-Inclán bajo el título de Sumario Gürtel?

Se puede. José María Lassalle Ruiz (Santander, 1966), doctor en Derecho por la Universidad de Cantabria, profesor de Historia de las Ideas y de las Instituciones en la Universidad Rey Juan Carlos I de Madrid, secretario de cultura del comité ejecutivo nacional del PP, miembro del gabinete de Mariano Rajoy y esposo de la diputada socialista Meritxell Batet, sólo perdería la calma si le llegasen noticias de que los turcos han entrado en Viena.

Quedamos citados el jueves en un cafetín de Chueca, Barrio Latino, con fondos de guitarra flamenca. Madrid contiene rasgos de varias ciudades:

Buenos Aires, Caracas, La Habana, Toledo, París, Bucarest, Belgrado, La Haya, al lado del Manzanares, el extrarradio de Roma, Copenhague en algún bar de moda, incluso Moscú, el Moscú de Putin, en el fulgor del lujo; pero vayas a donde vayas, oirás - o imaginarás-el lejano rasgar de una guitarra. Un eterno eco racial.

Con Lassalle - apellido de origen francés, de Béarn, tierra de hugonotes-siempre se acaba hablando de Viena, de la extraordinaria burbuja austrohúngara de finales del siglo XIX, del imperio que no tenía que haber saltado por los aires. Es culto, muy ágil en la asociación de ideas, muy leído. Y no lo esconde. Le complace, pero dispone de un buen mecanismo de contención; un freno menestral y jansenista, una prudencia del norte, que evita la pedantería. Antes del segundo café, despido amablemente a Stefan Zweig, a la emperatriz Sissi, al conde Esterházy (el Cambó húngaro) y a Sándor Márai.

- ¿Después de conocer lo de la trama Gürtel, de verdad crees que los españoles desean ser de nuevo gobernados por unos señores de traje muy entallado, corbata rosa y peinado para atrás?

- Mariano Rajoy no viste como un figurín, no suele usar corbatas rosa y no se peina para atrás. El caso Gürtel ha dañado al Partido Popular, no te lo niego, pero que el ruido mediático no te confunda; hoy por hoy, el PP es la mejor y más completa expresión de las clases medias de un país muy preocupado por el futuro. Unas clases medias que en provincias son más visibles, más genuinas, más austeras y más contenidas que en esta olla a presión que es Madrid. No pierdas de vista España tal como es.

- Dudo que esa España de provincias se lo consienta todo al PP.

- No, por supuesto. Pero cuidado con las simplificaciones. En casa, en Santander, me enseñaron a no juzgar a la gente por la manera de vestir.

- ¿Cómo la juzgas entonces?

- Por la manera de hablar, por lo que las personas dicen. Hay que dejar que la gente hable. Es lo que ahora debe hacer mi partido: hablar y explicarse. En el norte damos mucha importancia al habla. ¿Te acuerdas de cómo hablaba Miguel Delibes? Esa es la elegancia que nos conmueve en Santander, el puerto de Castilla, desde hace siglos conectado con Francia, con Inglaterra, con Flandes, con la austeridad de la Reforma. ¿Quién dijo que a los levantinos os pierde la estética?

- Unamuno.

- ¿No te gusta Levante?

- A veces me desconcierta.

- ¿Y Unamuno?

- Lo peor que hoy le podría pasar a España es regresar al pesimismo de Unamuno. Pesimismo y casticismo son los dos grandes enemigos que acechan a España en el pedregal de la crisis. Hay que volver a Ortega.

- ¿Hay que volver a desconfiar de las masas?

- Ese no es el rasgo sustantivo del pensamiento de Ortega. España debe reabsorber su circunstancia. Debe ser capaz de calibrar dónde se halla, cuál será su dimensión real en los próximos años y reelaborar sus proyectos e ilusiones. Sólo la tensión del proyecto evita el ensimismamiento, el pesimismo y ese derivado detestable que es el casticismo. Es urgente repensar nuestro papel en Latinoamérica. Hemos de reabsorber nuestra circunstancia.

11-IV-10, Enric Juliana, lavanguardia