´Mucho hablar y poco hacer´, Quim Monzó

Hace una semana tuvo lugar  en Granada una reunión de ministros de Telecomunicaciones y Sociedad de la Información de la Unión Europea. Había diversos puntos que tratar. Uno de los más importantes: conseguir una posición común respecto a la propiedad intelectual en internet, a fin de acabar con la violación sistemática de los derechos de autor. Otro: la creación de un carnet de identidad europeo, electrónico, que serviría para todos los estados de la Unión y - cabe suponer-aquí acabaría sustituyendo al denominado DNI. Con un carnet único se romperían muchas de las barreras con las que actualmente se encuentra el comercio internetero en Europa. Al inicio de la reunión anunciaron a bombo y platillo una declaración de Granada, que al final quedó en poco, porque acabaron pasando de puntillas por los asuntos más polémicos y apenas dijeron cuatro vaguedades sobre la piratería en internet.

Para mí, lo más interesante fue que, a causa de la nube de ceniza que hace una semana cubría media Europa, la mayoría de los ministros convocados tuvo que quedarse en casa. De veintisiete, sólo cuatro - el español, el griego, el búlgaro y el portugués-estuvieron presentes. El resto participó por videoconferencia. El ministro español de Industria, Miguel Sebastián, aprovechó la circunstancia para remarcar que - tanto por motivos económicos como ambientales-la declaración de Granada tiene precisamente la voluntad de impulsar las videoconferencias, hasta que se conviertan en un "modo de trabajo normal". Muy bonito, pero si no hubiese sido porque los aeropuertos estaban cerrados, en Granada se hubiesen reunido los veintisiete ministros y nadie hubiese echado mano de las videoconferencias.

No se entiende. Se pasan el día dándonos la vara con las nuevas tecnologías y lo maravillosas que son y lo superguay que es ser tecnófilo y, en cambio, los gerifaltes (políticos, empresarios...) se pasan la vida yendo de aquí para allá, a congresos y reuniones a los que podrían asistir sin moverse de casa. Hace unos meses, participé desde Barcelona (desde el CCCB) en una clase de literatura que el profesor Edgar Illas daba en Estados Unidos, en la Universidad de Indiana, en Bloomington. Sin ningún problema, Illas y sus alumnos estaban en Indiana y un servidor en Barcelona. Nos entendimos la mar de bien, todo salió a pedir de boca, yo me ahorré un montón de horas de viaje hasta Bloomington y la Universidad de Indiana se ahorró una pasta gansa en billetes de avión y noches de hotel. Y los veintitrés países cuyos ministros no pudieron viajar a Granada hace una semana, ¿cuánto se ahorraron en viajes y en dietas de los ministros y de sus múltiples acompañantes? Nos venden la moto de las nuevas tecnologías y, luego, los mismos que nos la venden, pasan de ella y se pegan unos viajes de fábula; con todo pagado, claro está.

24-IV-10, Quim Monzó, lavanguardia