´Resina y disciplina´, Ramon Aymerich

Esta semana, un alto ejecutivo de la Administración catalana recordaba su paso por Bruselas como funcionario y, en especial, un viaje a Grecia para verificar el buen uso de los recursos comunitarios en una localidad del Peloponeso. El hombre se quejaba de que, quince días después de la llegada de la delegación comunitaria, todavía no habían podido comprobar el uso de esos recursos ni visto un solo documento. Sus anfitriones fueron tan generosos en atenciones como tacaños en sus explicaciones. Pero lo que más sorprendió al catalán fue la felicidad de la fracción norte-europea de la expedición, que veían a los griegos exóticos y naifs,y a los que consideraban afortunados por tanto sol y tanta cena bajo los emparrados y rodeados de gatos.

Los griegos siempre han sido así. Forman parte tanto del Sur de Europa como del Este de Europa. Y esas coordenadas geográficas les confieren una cultura y un bagaje institucional que influye en la manera que tienen de hacer negocios y en cómo se toman el trabajo. Los griegos siempre han sido así. Y a la Europa del Norte, y en particular a Alemania, nunca pareció importarle eso. Unos ponían la disciplina horaria y laboral. Otros el sol y la resina.

Cuando se dice que Grecia ha engañado a sus socios europeos con las estadísticas, se dice una verdad a medias. En Bruselas te sueltan que todo el mundo lo sabía. Cuando el economista alemán Hans Werner Sinn declaraba esta semana que el problema es que, en el fondo, todo el mundo sabe que los griegos no devolverán el dinero que se les preste, dice otra verdad a medias. Porque hasta no hace tanto, a nadie le importaba esta manera de funcionar. Y porque, a su manera, los griegos pagaban. Ponían el sol, compraban productos alemanes y daban negocio a sus bancos.

La formidable crisis que amenaza con mandar Europa a la sima de las utopías fracasadas pone en evidencia que los alemanes ya no ven las cosas así. Porque el problema de esta crisis no es sólo griego - ellos sabrán como afrontan la globalización-.También es alemán. Alemania ha perdido tres meses con la crisis griega y ha ayudado a que se propagara a otros países. Es una crisis financiera. Pero también es el resultado de como los alemanes ven ahora el mundo.

Los alemanes, en Grecia y aquí mismo, son tan temidos como admirados. Trabajan duro, son cumplidores en los negocios y estrictos en las convenciones. Se les admira cuando muestran mano dura contra los griegos: "¡Ahora verán esos holgazanes!". Pero el liderazgo, como el prestigio, son cosas que se pierden con facilidad. A Japón le ha bastado con un acelerador que acelera demasiado (Toyota) para que medio mundo se cuestione el mito japonés de la calidad. Alemania deberá medir sus pasos en los próximos días para demostrar que Europa le importa, La Europa que tanto le admira y que, todavía, tanto le da de comer.

1-V-10, Ramon Aymerich, lavanguardia