ŽEl rumorŽ, Clara Sanchis Mira

Esto de que un rumor haya provocado que la bolsa se nos desplome en la cabeza da mucho que pensar, si bien no sabemos qué. Por algo los rumores pertenecen al mundo de las cosas imposibles. Igual nos da una idea de lo aéreo que está todo, eso sí, al tiempo que muy fulero. Porque si la imagen de nuestro país en particular anda mal, perdonen pero no digamos la de los mercados en general. Hundir la bolsa por hacer caso de un chisme, unos señores tan serios, como si esto fuera una peluquería, por favor. Si nosotros tuviéramos que hacer tratos con estos señores tan ligeros de cascos, no nos fiaríamos un pelo. En el caso de que estemos hablando de unos señores, porque la mayoría de las personas, la verdad, no tenemos una idea muy precisa sobre los mercados. Con suerte atisbamos que son una especie de ente interconectado que mueve de acá para allá ingentes cantidades de dinero fantasma que, de forma misteriosa pero inexorable, acaba repercutiendo en la cucharada de lentejas que se lleva a la boca, o no, el último parado de la cola del Inem, sin comerlo ni beberlo. Porque estos entes, modernos sucedáneos de la religión, han elaborado mecanismos sofisticados, capaces de incidir en nuestras vidas, en los relevos de nuestros gobernantes, en nuestros contratos laborales y en el precio de los huevos, como si la cosa no fuera con nadie. ¿Hay alguien ahí?, te preguntas, ¿nos pueden enseñar alguna foto, aunque sea de grupo, para hacernos una idea del tipo de club al que nos hemos apuntado sin saberlo? No, misterio. Y sin embargo, podemos oír decir, por ejemplo, que los mercados están nerviosos, como si tuvieran atributos humanos. Conozco a alguno que cuando oye que los mercados están nerviosos, ve al mercado de San Miguel saltando con una falda. Pero son sólo expresiones que se usan para dar una idea aproximada de lo que está pasando en la capa aérea de la cosa, de naturaleza incomprensible por derecho y porque sí. Son sólo imágenes poéticas que se utilizan sin más objeto que incentivar nuestra pobre imaginación, curiosas metáforas del estilo de lo de los brotes verdes o los ataques de los especuladores, que no es que ataquen en sentido literal. O sí. Se lo preguntaba el Congreso de EE. UU. cuando sentó a declarar a los cinco mayores especuladores del planeta, en los albores de la crisis, para averiguar hasta qué punto la falta de transparencia de sus movimientos suponía un riesgo para el sistema financiero mundial. Como si los dueños del sistema financiero tuvieran que dar explicaciones sobre los baños de sus casas.Hagamos caso de los datos y no de los especuladores, ha dicho el presidente con los ojos como platos, sin dar crédito, calificando de locura absoluta el rumor fulero que nos ocupa. Pero los datos están borrosos, o apagados por movimientos intangibles que nos dejan en manos de la juerga de los dueños del chiringuito global. No en vano los propios gobiernos reconocen sus dificultades para controlar las metáforas del tsunami financiero que, cual metáfora y como pez en el agua, se resiste a cualquier sistema de regulación que corte las alas de su poética de la libertad. España está sometida a los vaivenes del mercado, que a su vez está sometido a los vaivenes de los rumores, decía ayer un locutor de radio. Da bastante miedo pensar que el pérfido arte del rumor, en versión globalizada, pueda menoscabar ya noauna persona, ni a un gobierno, sino a un país en bloque. Y da más miedo todavía imaginar que de todo este caos nervioso salgan reforzadas, precisamente, las políticas que nos han dejado en manos del dinero fantasma y su descontrol. En la calle, al menos, la gente resiste el envite de la crisis con una paciencia pasmosa, arrimando el hombro como se puede, a la espera de que el dinero deje de revolotear por el aire y baje de una vez a la realidad. Este juego no sirve.

7-V-10, Clara Sanchis Mira, lavanguardia