´Padres´, M. Dolores García

Manuel Aragón se ha convertido en la estrella mediática del Constitucional. Este magistrado debía ser el bastión progresista, dado su nombramiento a propuesta de Zapatero, pero ha preferido volar por su cuenta, convirtiéndose en héroe para una parte de España y en Judas para una parte de Catalunya. Manuel Aragón es discípulo de Francisco Rubio Llorente, presidente del Consejo de Estado. Bajo su tutoría, presentó Aragón la tesis La idea del Estado en Manuel Azaña,que pareció ejercer un influjo en el ánimo del magistrado, imbuyéndole cierta decepción hacia la lealtad de la autonomía catalana. Pero resulta interesante detenerse un instante en su maestro. Rubio Llorente.

Hace cinco años, sorprendió con una disertación sobre la sustitución de la "nacionalidad" por la "comunidad nacional". Decía más: nacionalidad era una formulación "inadecuada". No es Rubio Llorente sospechoso de veleidades secesionistas, sino que recurría a una definición teórica afinadísima: la comunidad nacional abarcaba un concepto cultural, al margen de límites territoriales. Es decir, un concepto más perdurable que las fronteras administrativas o políticas. Y así, razonaba, "la comunidad nacional de Euskadi se extendería, como bien explica el célebre plan Ibarretxe,en muchos territorios distintos de dos estados diferentes". La reflexión provocó tal revuelo, sobre todo en el PP, que Rubio Llorente tuvo que rectificar. En un artículo en El País aclaró que él, que fue asesor de la ponencia constitucional de 1978, no pretendía cargarse el modelo de Estado vigente.

La rectificación de Rubio Llorente demuestra que la Constitución - que unos ensalzan y otros denigran absurdamente-es revisable e interpretable - inventar el término nacionalidad fue todo un ejercicio de posibilismo-,pero también es arma arrojadiza. La redacción del Estatut pretendió cambiar aspectos de la Constitución y, no lo olvidemos, el presidente del Gobierno puso a disposición de ese paso a su mayoría parlamentaria. Zapatero se comprometió con la reforma sin calcular las consecuencias y ahora busca desasirse por incómoda. Eso es tener la criatura y luego no ejercer de padre. Pero el Estatut no está solo. Siguieron sus pasos Andalucía, Castilla y León, Comunidad Valenciana, Baleares, Aragón… El diseño territorial de España se moldea a golpe de improvisación según los aires tacticistas que soplan en cada comunidad. En eso el Estatut no es diferente del resto.

Si Zapatero es uno de los padres del Estatut, no lo cuida como debiera. Si el Constitucional representa al maestro, no se le podía haber hecho más daño a su autoridad. Y si la nueva generación de estatutos son hijos de la Constitución, a ver cómo se le cortan las alas al mayor, al catalán, porque eso sólo puede provocar frustración y más ganas de dejar la casa paterna.

4-V-10, M. Dolores García, lavanguardia