´Admirose un portugués´, Quim Monzó

La propuesta del presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, de que el portugués sea la segunda lengua optativa en los centros andaluces de secundaria es sorprendente. No por descabellada, sino justo por lo contrario. En un mundo que ha instaurado ya el inglés apañadito como lengua de comunicación universal, es como si ya poca gente considerase la conveniencia de otras. Habiendo perdido el francés la batalla de la supremacía a lo largo del siglo XX, para muchos es ya un idioma medio extravagante. En Catalunya, donde el francés fue lengua importantísima, la que nos conectaba a Europa cuando el mundo era básicamente Europa, ¿cuántos jóvenes estudian francés ahora? Lamentablemente, pocos. Y eso que desde hace un par de años Catalunya es miembro observador de la Asamblea Parlamentaria de la Francofonía. Hierático pero previsor, Montilla lleva a sus hijas al Colegio Alemán. Algunos de mis amigos llevan a sus hijos al Instituto Italiano y, niños aún, ya van por el pasillo de casa recitando Leopardi.

Todos acabaremos hablando inglés más o menos chapucero, pero sin hablar -también más o menos chapuceramente- otras lenguas, el campo de visión se reduce de forma considerable. Se reduce porque, del resto del mundo, el inglés (la cultura y los medios de comunicación anglófonos) filtra poco, endógamo como es. Que los andaluces tengan ahora la posibilidad de escoger el portugués como segunda lengua optativa me parece un gesto inteligente y hábil. En la actualidad, apenas seis escuelas de Huelva lo enseñan, y eso que Huelva es provincia fronteriza con aquel país. El problema es que no hay profesores para toda Andalucía. Serán necesarios cuatro o cinco años para formar los suficientes. Las ventajas saltan a la vista. Además de la cercanía, Portugal es el tercer destinatario mundial de las exportaciones andaluzas, y hasta el más garrulo entiende que no es lo mismo ir a vender en plan Alfonso VII de León y Castilla que situándote al mismo nivel del posible comprador. Además, tras Portugal está Brasil y unos cuantos países africanos y asiáticos más o menos lusófonos; entre pitos y flautas, una nada despreciable comunidad de doscientos treinta millones de personas.

Y si no lo utilizan para ir a Portugal a colocar productos, pues podrán leer a Sérgio Sant´Anna en su lengua, escuchar y entender a Quim Barreiros, mirar la RTP o seleccionar la opción portugués de los DVD, ni que sea para variar. Y si por aquellas cosas de la vida se dedican a escribir, no les pasará lo que al gran Alexandre Dumas en El collar de la reina.Supongo que, desconocedor de cómo eran exactamente las exclamaciones en lengua portuguesa, en un momento determinado de la novela escribió:

"-Ah!, ah!- dijo Don Manoel en portugués".

Y se quedó tan pancho.

12-V-10, Quim Monzó, lavanguardia