nuevo Gobierno UK: recuperar las libertades civiles anuladas por Blair

El Gabinete reiteró las decisiones de cancelar la introducción de un carnet de identidad obligatorio, de restaurar el derecho a manifestarse y limitar los poderes de detención de la policía dentro de la legislación antiterrorista, en el marco de un amplio paquete de medidas destinado a recuperar las libertades civiles anuladas por Blair y Brown. Los servicios de inteligencia no podrán intervenir sistemáticamente e-mails y conversaciones telefónicas, y el uso de cámaras de seguridad va a ser regulado.

el nuevo ministro de Negocios, Vince Cable, un influyente liberaldemócrata que goza de extraordinario crédito en los círculos económicos por haber sido el único político del Reino Unido que pronosticó la crisis financiera antes de que estallara, hizo reír a todo el mundo al afirmar: "Mi familia política india me da ánimos e insiste en que con frecuencia los matrimonios de conveniencia funcionan mejor que los matrimonios por amor". Cameron, que es rápido de reflejos y tiene sentido del humor, entró al trapo y dijo: "Nos llevamos mejor que Blair y Brown". Y alguien apostilló: "Para eso no hace falta mucho".



A primera vista cualquiera diría, sin embargo, que David Cameron y Nick Clegg han tenido un flechazo, tanta es la química que destilan: ambos de la misma edad (43 años), miembros de una generación para la que se trata de su primera experiencia en el poder, padres de familia, miembros del establishmentehijosdel privilegio educados en las mejores escuelas y universidades. La diferencia es que el primero es un británico de pura cepa y el segundo, un europeo con mujer española y antepasados rusos y holandeses que se formó políticamente en Bruselas y cree en la UE. En términos políticos, habían sido hasta ahora tan incompatibles como el hielo y la pimienta.

Cameron y Clegg se las han ingeniado para crear un espíritu de novedad, renovación y dinamismo como no se veía desde la llegada de Tony Blair a Downing Street en 1997, a pesar de la crisis, la tímida salida de la recesión y los dos millones y medio de parados. Su pareja de hecho y la formación de un gobierno de coalición por primera vez desde los tiempos de Winston Churchill significan una revolución silenciosa, muy británica en el fondo, que en tan sólo cinco días ha cambiado las reglas del juego y ha dejado a todo el mundo boquiabierto...

Las recientes elecciones han puesto de relieve una vez más el pragmatismo británico. Mientras otros países se enzarzan en discusiones bizantinas sobre si las niñas pueden ir con velo a la escuela o sobre si el hiyab o el burka van en perjuicio de la identidad nacional, en el aeropuerto de Heathrow te sella el pasaporte una mujer musulmana con la cabeza tapada.

Tan sólo cinco años después de los atentados del 2005, una comedia titulada The four lions hace una parodia de aquel suceso y se ríe tanto de los terroristas como de la policía y los servicios de inteligencia, habiendo recibido magníficas críticas de toda la prensa.

Pasado el impacto, casi nadie cuestiona el multiculturalismo. El nuevo Parlamento y la nueva Administración del tándem Cameron-Clegg intentan reflejar esa realidad, a pesar de que no constituyen el ámbito natural ni de las mujeres, ni de los negros ni de los musulmanes.

Salma Yaqooh, una ex militante laborista de origen pakistaní que lleva el pañuelo y se presentó a las elecciones por el partido Respect (liderado por George Galloway) en una circunscripción de las Midlands, no consiguió el escaño por escaso margen, pero en cambio tres laboristas musulmanas se han hecho con un sitio en la Cámara de los Comunes: Yashmin Qureshi (Bolton), Rushana Ali (Bethnal Green and Bow, un barrio del East End de Londres) y Shabana Mahmood (Birmingham).

14-V-10, R. Ramos, lavanguardia

El programa provisional del nuevo gobierno, la primera coalición entre tories y liberal demócratas en la historia británica, es fruto de importantes compromisos por ambas partes que no han sentado demasiado bien en las respectivas bases. Para acomodar el euroescepticismo innato de los conservadores, Nick Clegg acepta la imposición de cuotas a los inmigrantes procedentes de fuera de la UE, renuncia a la adopción del euro durante la legislatura, y que cualquier nueva transferencia de poderes a Bruselas sea sometida a referéndum. En materia económica y fiscal, Cameron abandona por el momento los planes para recortar el impuesto hereditario, y los libdems aparcan la idea de una tasa especial a las casas de más de dos millones de euros. El incremento de las cotizaciones a la Seguridad Social aprobado por el Labour en el último presupuesto va a ser abandonado de común acuerdo, y los tories dan luz verde a la reducción de la carga fiscal a las personas de menos ingresos. Clegg asume la "necesidad de acelerar la reducción del déficit", y Cameron admite que los planes para recortar este año programas por valor de casi siete mil millones pueden ser alterados "si hay un cambio significativo en la situación financiera". Habrá un referéndum sobre la reforma electoral, aunque los diputados tories serán libres de hacer campaña en su contra. Las leyes de financiación de los partidos van a ser modificadas para "limpiar la política", y las legislaturas durarán siempre cinco años.

"Tenemos que aceptar el resultado de las elecciones, y el hecho incuestionable de que hemos perdido y la gente quiere otro gobierno", señaló el ministro de salud Andy Burnham en la más clara indicación de que un amplio sector del Labour prefería la idea de reconstruir el partido desde la oposición, escoger el sucesor de Gordon Brown y afrontar el dilema de si se trata de una formación de centro como lo ha sido en los últimos trece años, o el representante de los intereses de la clase trabajadora frente al capital como antiguamente.

En cuanto el rumor de las olas de la disensión llegó a oídos liberaldemócratas, Nick Clegg y sus asesores decidieron que el Labour podía prometer el oro y el moro, pero sin ningún tipo de garantías. Que más valía el pájaro en mano de un referendum sobre la reforma electoral y la participación en el gobierno, con un programa conjunto para limpiar la política británica y cambiar el sistema de financiación de los partidos, porque cualquier acuerdo con el Labour sería inestable por naturaleza y sujeto a los cambios de humor de sus dirigentes, sus diputados y sus bases... 

El proyecto de la gran coalición Lab-Lib (Labour y liberal demócratas) resultó ser tan sólo el sueño de una noche de primavera, porque habían demasiados laboristas que preferían enfrentarse a sus fantasmas en la soledad de los bancos de la oposición, mientras sus rivales se queman cortando servicios públicos para reducir el déficit. "Ahora se va a demostrar que somos el único partido progresista que existe en este país", declaró un miembro del gobierno saliente con escasa memoria histórica de los recortes de libertades y el autoritarismo de la última década.

12-V-10, R. Ramos, lavanguardia