entrevista a Michael Sandel, profesor de ética en Harvard

Michael Sandel, profesor de Ética en Harvard, autor de ´Justice´ y ´Contra la perfección´. Tengo 57 años: con la edad escribo menos para la Academia y más para toda la sociedad. Vivo en Boston: enseño en Harvard desde 1980. Casado con la sefardí Kiko Adato: dos hijos, que hablan español. Los límites de la justicia son los de nuestra identidad. Colaboro con el CCCB.

¿Si he votado a Montilla o Zapatero, soy responsable de su buena o mala gestión?

Sí se toma en serio la democracia, sí.

¡Pero yo sólo decido mi voto: no sus actos como gobernantes!

Quien vota a un gobernante es moralmente responsable de cuanto haga o deje de hacer ese gobernante. Porque es esa responsabilidad la que legitima tu derecho a votar y a exigir al votado que cumpla sus promesas.

¿Por tanto quien votó a Bush -y a Aznar- es responsable de la guerra de Iraq?

Por supuesto. Si los votantes no fueran corresponsables de los actos de quienes eligen, y, por tanto, de esa declaración de guerra, la democracia sería una farsa tan absurda como elegir a los gobernantes por sorteo.

Pues Hitler ganó unas elecciones.

Y eso convierte a quienes le votaron en corresponsables morales de los crímenes que cometió, pero yo aún iría un paso más allá...

¿Más aún...?

Yo no voté a George Bush júnior...

Yo tampoco.

... Pero como ciudadano americano soy -menos que quienes le votaron, pero también- corresponsable de esa declaración de guerra a Iraq. Igual lo es usted, votara o no a Aznar. Si Estados Unidos es una democracia, como estadounidense soy responsable en parte también de los actos de mi presidente, aunque no le haya votado.

¿Y a qué le obliga esa responsabilidad?

A esclarecer, recordar, pedir perdón e indemnizar a las víctimas de mi país. Si no asumo esa responsabilidad sobre el pasado de mi nación, no puedo sentirme ciudadano legítimo en el presente. No la merezco.

¿Quiere que me responsabilice hasta de la viruela que llevó Colón a América?

Estamos llegando a la médula del asunto: la justicia. Y siempre duele. Le está doliendo. Y, sí, es usted responsable moral de los actos de sus antepasados. También de Colón.

Señor: mi moral y yo tenemos límite.

Ese límite de su responsabilidad será también el de su legitimidad como ciudadano y el de orgullo de serlo. Yo no esclavicé a nadie, pero, como ciudadano americano, soy responsable de la esclavitud y eso significa que asumo la reparación moral - y en la medida de lo posible la material- que mi país debe a los esclavos y sus descendientes.

Pero usted no desciende de esclavistas.

Mis padres, judíos, sufrían pogromos en Rusia cuando los africanos libres eran esclavizados en el sur de Estados Unidos de América, pero, si quiero beneficiarme hoy de las ventajas de ser americano y estar orgulloso de serlo, también debo asumir los crímenes de EE. UU. en su historia y repararlos.

¿Debo pagar con mis impuestos indemnizaciones por crímenes que no cometí?

Así es: Reagan indemnizó con mis impuestos y mi beneplácito a los estadounidenses que fueron encerrados en campos de concentración durante la II Guerra Mundial; De igual forma, Tony Blair pidió perdón a los irlandeses por el injusto trato que Gran Bretaña les deparó durante siglos... Y por esa misma razón, los alemanes jóvenes de hoy han sufragado con sus impuestos daños infligidos a los judíos por el nazismo.

¿El juez Garzón estaba legitimado para enjuiciar a Pinochet? ¿Y para enjuiciar los crímenes del franquismo?

En una guerra civil se produce una colisión entre la necesidad de justicia y la de convivencia. Y no es fácil juzgarlos desde la distancia histórica. A menudo, al principio es imprescindible cierta amnesia para la convivencia, pero sólo podemos admitirla de forma pasajera, y la prueba es que, cuando una democracia se restablece, la siguiente generación siempre necesita asumir su pasado, esto es: enfrentarse a él para bien y para mal. Pasa en Alemania y pasa en España...

Se ha penalizado al juez Garzón por investigar ese pasado.

Garzón trabajaba para que fuera posible ser ciudadano español con dignidad: un ciudadano consciente y responsable de las atrocidades de la historia de su país, un ciudadano que las esclarece, las afronta y después las repara. Sólo así puedes sentir la dignidad - y si quiere el orgullo-de ser español.

¿No es mejor olvidar y seguir adelante?

Olvidar y perdonar son cosas diferentes. Sólo puede haber justicia y, por lo tanto, perdón si no hay olvido.

Aquí hubo una amnistía con olvido.

No hay amnistía válida moralmente si va acompañada del olvido. En el caso de la guerra civil española, no habrá justicia hasta que se esclarezcan los hechos y se reparen e indemnicen en lo posible. Primero todos tienen que aceptar la verdad, después repararla y luego podría llegar el perdón.

¿Dónde está el límite en el tiempo y el espacio de la responsabilidad moral y de la justicia universal? ¿Soy responsable de todos los crímenes de la humanidad sólo por ser humano?

Es la gran pregunta ética de nuestra época que analizo en Justice (justicia), pero no tiene respuesta simple. Se irá respondiendo a medida que nos definamos.

¿En qué sentido?

Los límites de la justicia los pondrá nuestra definición de nosotros mismos: ¿somos seres humanos o sólo españoles, o sólo catalanes o sólo europeos?

¿O todo a la vez?

Las identidades que asuma darán la medida de su responsabilidad moral y, por tanto, de su dignidad como persona.

Yo no había nacido cuando la dictadura de Franco fusilaba, torturaba y expoliaba en nombre de Dios. Tampoco cuando, en nombre del comunismo o la anarquía, un puñado de criminales asesinó a miles de inocentes sin que lo impidiera el gobierno legal de la República o la Generalitat. Pero hoy sólo puedo sentirme legítimo ciudadano de este país, según Sandel, si procuro que sepamos por quiénes y por qué fueron asesinadas todas las víctimas de todos los bandos. Después, para merecer esa ciudadanía, debo reparar en lo posible aquellas barbaridades. Luego, quien quiera podrá, en fin, perdonarlas, aunque nadie deberá olvidarlas nunca. Sólo así todos podremos asumir toda nuestra historia.

15-V-10, Lluís Amiguet, lacontra/lavanguardia