´¿Complicidad o connivencia?´, William R. Polk

Para entender el ataque israelí al convoy marítimo que se dirigía a Gaza, es menester recordar tres acontecimientos que, a mi juicio, han condicionado la perspectiva de Israel sobre lo que Thomas Jefferson llamó "justo y adecuado respeto a las opiniones de la humanidad". Los sucesivos gobiernos estadounidenses han presentado literalmente la otra mejilla no sólo sobre asuntos en que las acciones israelíes han sido criticadas, sino también en su clase de respuesta a ataques directos contra Estados Unidos. Cabe recordar tan sólo tres casos para comprobar cómo han podido influir en lo que Israel esperaba de una respuesta de Estados Unidos a esta última acción por parte de Israel.

La primera piedra de toque ilustrativa de la determinación estadounidense de proteger a su personal e instalaciones en el mundo se produjo con el caso Lavon (operación Susana), en 1954. Agentes de los servicios de inteligencia israelí, Mosad, incendiaron unas dependencias estadounidenses en Alejandría a fin de agriar las relaciones estadounidense-egipcias (el gobierno israelí condecoró a los atacantes en el 2005). El asunto se silenció rápidamente.

El segundo caso, mucho más grave, fue el intento de las fuerzas armadas israelíes (Armada, Fuerza Aérea y comandos especiales terrestres) en 1967 de hundir el buque estadounidense Liberty,incidente que se saldó con víctimas en la tripulación y graves daños materiales. Lo sucedido fue lo siguiente: el gobierno estadounidense, preocupado por el aumento de la presencia militar soviética en Egipto, envió el buque de investigación técnica Liberty,así como varios aparatos C-130 de la Fuerza Aérea y un avión EC-121M, para vigilar las comunicaciones radiofónicas en el Mediterráneo oriental. Basándose sobre todo en informes de la agencia nacional de seguridad estadounidense (NSA), completados por otros de la CIA y el Departamento de Defensa estadounidense, además de documentación de los gobiernos estadounidense e israelí, el periodista y escritor James Bamford, apoyado en un sólido trabajo de investigación de alta calidad, relata los hechos en su libro Body of secrets (Doubleday, Nueva York, 2001).

Tras atacar a las fuerzas egipcias en el Sinaí, Israel hizo prisioneros a gran número de soldados egipcios. En el sector de El Arish, a sólo una veintena de kilómetros del Liberty,las fuerzas israelíes empezaron a matar a sus prisioneros, con las manos atadas a la espalda, situación que contó con cobertura radiofónica. Como dijo Bamford en su libro, "el Liberty había entrado en su infierno particular". Los soldados egipcios no fueron las únicas víctimas: un convoy de fuerzas indias de pacificación de la ONU fue atacado y parte de la tropa murió, mientras que los cuarteles generales de la ONU en Gaza eran acribillados por carros de combate israelíes. Bamford cita en su trabajo pruebas fehacientes aportadas por el historiador militar israelí Aryeh Yitzhaki. Luego, otras fuentes confirmaron los hechos. Bamford considera que los israelíes temían que el Liberty hubiera interceptado pruebas de tales hechos y decidieron destruirlas hundiendo el buque.

Los israelíes, en primer lugar, vigilaron al Liberty durante la mañana del 8 de junio desde un avión. El buque fue identificado en el centro de mando naval israelí no sólo por los libros de referencia, sino por las grandes letras del nombre pintadas en el casco del buque y un gran pabellón estadounidense en su mástil. El Liberty siguió bajo vigilancia toda la mañana y fue rodeado un total de trece veces, según el oficial de cubierta. Era el único barco en la zona. A las doce y cinco minutos de la tarde, lo atacaron tres lanchas torpederas y varios cazas Mirage IIIC: en la primera pasada, mataron a varios miembros de la tripulación y destruyeron casi por completo el equipo de radio del buque. No obstante, el buque pudo aún transmitir una llamada de socorro a la Sexta Flota estadounidense. Un avión de vigilancia estadounidense registró un diálogo de un piloto israelí que decía: "¡Fantástico, magnífico! Está ardiendo". El control de tierra preguntó: "Menachem, ¿lo has jodido bien?". Un examen posterior reveló que el casco del buque registraba un total de 821 impactos, un resultado que pudo exigir la acción de una escuadrilla de una quincena de cazas.

Y así comenzó la matanza, con bombas de napalm y explosivos de alrededor de 500 kilos. El capitán del Liberty logró izar la mayor bandera estadounidense del buque, justo antes de los disparos de las lanchas torpederas (por suerte, sólo un torpedo dio en el blanco). Los barcos y aviones atacantes destruyeron a continuación los botes salvavidas del Liberty incluidos los que ya habían sido bajados a la superficie del mar. Como dijo después un marinero, "intentaron que no hubiera supervivientes del ataque". Y otro declaró: "Sabíamos que si saltábamos por la borda, esa gente nos dispararía en el agua".

A las tres y veintiocho minutos de la tarde (hora local), los portaaviones estadounidenses Saratoga y America y el director del Consejo de Seguridad Nacional estadounidense, Walt Rostov, notificaron el ataque al presidente Johnson. Según relata Bamford, "según los documentos clasificados top secret/ umbra de la NSA (clasificación superior a la de top secret),se informó al subdirector de la agencia, Louis Tordella, de que algunos funcionarios de alto rango en Washington querían, por encima de todo, evitar a Israel la situación incómoda de que hubiera sopesado (proceder al hundimiento del Liberty)para que los periodistas no pudieran fotografiarlo, con el consiguiente escándalo de la opinión pública contra los israelíes".

Entre tanto, el agregado naval estadounidense en Tel Aviv fue convocado por el mando israelí para comunicarle que Israel había atacado el Liberty por error. "Poco después - afirmó Bamford en su libro-,el Pentágono ordenó un veto informativo absoluto sobre el asunto". A las cinco y veintinueve de la tarde, mientras el presidente Johnson se reunía con la junta de jefes de Estado Mayor, el Liberty seguía ardiendo, hundiéndose sin ayuda, con sus muertos, moribundos y heridos en cubierta. En aquellos instantes, ya habían muerto 32 miembros de la tripulación y otros dos morirían poco después; otros 171 estaban heridos. El capitán William McGonagle logró sacar el buque mar adentro. Más de 16 horas después, cerca de Creta, llegaron dos destructores estadounidenses. Cuando el buque llegó a Malta, el 14 de junio, "se impuso - dijo Bamford-un apagón informativo". "Se amenazó a los tripulantes con juicios militares y penas de cárcel si decían a alguien una sola palabra sobre los hechos, incluida su familia y compañeros de tripulación", añade. A menos que se haya retirado, figura una prueba gráfica de tales acontecimientos en una serie de seis partes en YouTube, "The loss of Liberty".

Dos años después del ataque, cuando los miembros de la tripulación contaron con asesoramiento legal, Israel pagó 20.000 dólares a cada herido y 100.000 dólares a cada familia de un tripulante muerto. El capitán del buque fue condecorado con la medalla al Honor del Congreso, pero el presidente Johnson no estuvo presente en su imposición ni autorizó que el acto se desarrollara como de costumbre en la Casa Blanca. La medalla se impuso más o menos en secreto a McGonagle en el Navy Yard, en Washington.

Aparte del drama y el dolor, ¿qué importancia revisten tales hechos a largo plazo? Si yo fuera un estratega político israelí - como he sido un estratega político estadounidense-,pasaría por alto todas las futuras protestas y advertencias estadounidenses. Salta a la vista que los primeros ministros israelíes no han olvidado este mensaje.

Posteriormente se produjo otro episodio. Jonathan Pollard es un estadounidense de confesión judía empleado por los servicios de inteligencia israelíes, como reconoció el gobierno israelí el 11 de mayo de 1998, para sustraer y pasarle documentos. Cuando se enteró de que estaba a punto de ser detenido por el FBI, se refugió en la embajada israelí. Nunca fue juzgado, optó por declararse culpable e ir a la cárcel.

Supuestamente, los documentos que Pollard transmitió a Israel contenían información sobre agentes estadounidenses que trabajaban en la URSS, así como sobre los medios de que podría valerse Estados Unidos para detectar los submarinos soviéticos dotados de misiles dirigidos contra este último país. Supuestamente, Israel trató entonces de intercambiar esta información con la URSS soviética en contraprestación con una especial consideración a los judíos. El resultado fue que las "bazas" de la CIA desaparecieron del mapa, cabe suponer que liquidadas, y los rusos pudieron reorganizar su flota de submarinos. Fue, en efecto, como un nuevo pase de película de la famosa trayectoria de espionaje de Kim Philby. De hecho, probablemente lo que obtuvieron los israelíes con las sustracciones de Pollard resultó más dañino para la seguridad estadounidense que lo que había hecho Philby.

Los israelíes, evidentemente, se consideran legitimados en sus actos. Quienes les apoyan actúan como si Israel no debiera ser tratado como un Estado y juzgado según las leyes y normas por las que se juzgan recíprocamente los países independientes. En la actualidad, sin embargo, hay un importante y creciente número de israelíes y de judíos residentes en otros países - ydeno judíos-que cuestionan, al menos, la forma de sus acciones. Y deberían preguntar con justicia - sin ser acusados de antisemitismo-cuál habría sido la reacción estadounidense ante alguno de los tres casos que he mencionado si los atacantes hubieran pertenecido a otra nacionalidad. En caso de que la aviación egipcia hubiera atacado al Liberty,la aviación estadounidense a bordo de los portaaviones tenía órdenes de atacarla. E, indudablemente, de ser Pollard un musulmán, sobre todo con barba, ¿se le habría tratado tan suavemente?

Es menos importante, sin embargo, la reacción ante tales hechos que su presunto efecto sobre el gobierno israelí: si el gobierno estadounidense no reaccionó al ataque contra sus instalaciones e, incluso, sus buques - en los que resultaron muertos y heridos oficialesymarineros-y no protesta ante el dañino y letal espionaje israelí y de implicaciones potencialmente bélicas, ¿por qué Israel iba a prestar la más mínima atención a una amonestación en cuestiones de menor rango? Creo que hoy ya estamos escuchando la respuesta.

En conclusión, al tratar a Israel como a un no Estado, situado de hecho por encima de las leyes y normas que gobiernan el comportamiento internacional - una especie de antisemitismo a la inversa-,los políticos estadounidenses son cómplices - considero que es justo afirmarlo-de las acciones israelíes. Al tratar a Israel como si no fuera obligado en su caso prestar el "justo y adecuado respeto a las opiniones de la humanidad", los gobiernos estadounidenses, con la activa connivencia del gobierno israelí y del lobby sionista, están creando las condiciones oportunas para acarrearle a Israel un gran fracaso.

2-VI-10, William R. Polk, lavanguardia