´El Partido Radical (Noviolento, transnacional y transpartido)´

En 1989, en plena caída del telón de acero, un partido italiano se reúne en Budapest para renunciar a serlo y proclamarse ‘transnacional’, cobijando fuerzas democráticas de los países excomunistas, del sudeste asiático, del África sudsahariana… planteando conducir los problemas de la transición hacia la democracia por el camino del parlamentarismo, las libertades, la noviolencia y el respeto de los Derechos Humanos. Un partido de noviolentos críticos con el pacifismo, de demócratas parlamentarios en permanente denuncia de la partitocracia, de promotores de redes civiles informativas y participativas, de federalistas europeos y mundialistas, …organizadores de referéndums para legalizar el divorcio o el aborto (¡en Italia!) o el consumo de los derivados del cáñamo. Y por bandera, la cara de Gandhi dibujada con el nombre del partido escrito en decenas de idiomas…

Dos años más tarde, inscrito sin saber demasiado a qué, me presenté en un Congreso que el Partido Radical Transnacional (radicalparty.org) celebraba en Roma sin imaginarme lo que realmente encontraría allí: por una parte, en plena crisis por la corrupción de todos los partidos italianos (menos uno…), sus gerifaltes, los ministros e, incluso, el jefe del gobierno, presentándose en el Congreso para salir en la tele proclamando su benevolencia hacia el único partido “limpio” del momento; el que había denunciado desde siempre las causas que finalmente habían llevado a la crisis del sistema político italiano. Por otra parte, la presencia activista de rusos y letones, tibetanos y chinos, gitanos de Serbia y musulmanes de Macedonia, budistas y cristianos, armenios de Nagorno Karabakh y azeríes, griegos de Rumanía y turcos de Bulgaria, kosovares y uzbecos, vietnamitas y croatas,… y el alcalde de Sarajevo sin poder asistir por culpa del asedio chetnik a su ciudad. Todos ellos esperando -y aportando- ayuda política, buscando el respeto a los Derechos Humanos y el mundo de libertades que representa Occidente.

Les atraía el carisma de los líderes radicales históricos, y por encima de todos ellos, el de Marco Pannella y Emma Bonino. Un carisma fruto de una manera de hacer política que invierte nuestra habitual relación partido/acción política, aquella en la que el partido acaba siendo una maquinaria de autoperpetuación parasitaria de la administración del Estado, ocupando el espacio de -e impidiendo la- autoorganización ciudadana, cívica, pública, civil.

En las Españas, un voto es un cheque en blanco a un pequeño núcleo de propietarios de una maquinaria electoral que lo utilizan sabiendo que no hay mecanismos que les enfrenten a la responsabilidad derivada de su actuación política. En la concepción defendida desde hace 50 años por los radicali, un voto es un mandato -nominal- a tu representante -personal- (¿quién/cuál es tu -el tuyo- diputado?) . Y la democracia no es la dictadura de la mayoría sino la garantía de cualquier minoría (y la minoría más minoría es el individuo-ciudadano).

Aquí y ahora, son necesarios grupos de opinión y asociaciones de presión, promotores de iniciativas y redes de coordinación política que vayan (re)tomando en sus manos todo el poder que hemos abandonado a este sistema partitocrático que, hijo de ‘la transición’ y los menos aconsejables modelos ajenos, rige en el Estado España. Que trabajen, que trabajemos, por una cultura de la implicación cívico-política, de la asunción de nuestra (cor)responsabilidad personal.

Dentro de este abanico de acción ciudadana tiene que haber de todo: partidos políticos, grupos de presión específicos, redes de debate y crítica, sistemas de información abierta,… y ‘alguna cosa’ radical; una entidad, una red de asociación política civil, no ‘nacional’; local, no territorial. Basada en la referencia a los principios de noviolencia e intransigente respeto mutuo en la defensa de los derechos que garantizan el sistema de libertades.

Un lugar que puede aprovechar y aprender de muchas trayectorias y experimentos, pero por lo que se refiere a la actitud, al estilo, a la manera de hacer, muy especialmente del Partito Radicale.

Una entidad homenaje a aquellos que han mantenido los espacios de libertad donde sembrar la propia responsabilidad; una necesidad para poder ejercerla.

Porque la sociedad de la queja y el desprecio a la política es la sociedad de la renuncia a la (propia) libertad.

Porque la política, si no la haces, te la hacen.

4-VI-10, Rafa Villaró, generacion.net