´Viudas menesterosas´, Eulàlia Solé

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- viudas: la triple marginación (sexo, edad, pobreza)

Por enésima vez, las viudas pobres  han expresado su descontento. Ha sido en la asamblea nacional de su confederación recién celebrada en Barcelona, y es dable hablar de pobreza, porque las pensiones de la inmensa mayoría no sobrepasan los 600 euros mensuales. Que no es justo que al enviudar cobren sólo el 52% de la pensión del marido lo han repetido tantas veces como la callada por respuesta han obtenido por parte de los sucesivos gobiernos.

Las viudas antiguas van envejeciendo entre la escasez hasta fallecer; gran parte de las nuevas cuentan además con su propio sueldo o su propia pensión. Así que, cabe sospechar que la sordera del Ejecutivo se funda en la certeza de que las viudas que sólo habían trabajado en casa y han de vivir de la paga de viudedad pronto dejarán de existir. Entretanto, se perpetúa la injusticia de que son objeto.

En España hay dos millones y medio de viudas. Si todas las que dependen exclusivamente de su pensión de viudedad llegaran a percibir, tal como solicitan, el 70% de la base reguladora en lugar del 52% actual, las arcas del Estado sufrirían. Y está claro que prefieren sufrir en favor de otros colectivos. En este sentido, tal parece que las medidas de austeridad anunciadas por el Gobierno han llevado a las asociaciones de viudas a mostrarse alarmadas ante la posibilidad de que sus pensiones fueran eliminadas. Objetivamente, una sospecha de ese calibre semeja un desatino, aunque quizá se deba a que el río ha sonado en algún momento.

A todo esto, el revuelo se produce por otro lado, por el propósito de subir el IRPF a las rentas que superen los 120.000 euros. Más de un millón de viudas, las mayoritarias entre los dos millones y medio existentes, reirán por no llorar frente a los remilgos de algunos partidos y sectores ante el agravio que se puede ocasionar a las rentas más altas. Ellas, las que perciben 600 euros, ni siquiera son capaces de imaginarse a sí mismas disponiendo de 10.000 cada mes. Cabe argüir que, según el parámetro de no valorar el trabajo casero, no los tienen porque no se los han ganado. Y también cabe argüir que si otros sí se los han ganado -confiando en que de forma lícita-, un pellizco restado cada mes apenas se nota.

Mas a fin de cuentas, una cosa parece segura. A las viudas se lo fían largo en la espera de que su pensión aumente hasta ese 70% tan soñado y tan merecido.

4-VI-10, Eulàlia Solé, socióloga y escritora, lavanguardia