īLa atenuante de los celosī, Pilar Rahola.

A menudo, la lógica de la ley carece de lógica. Y, de la misma forma que una justicia lenta deja de ser justa, una justicia sin sentido común deja de tener sentido. Tanto, que es en esos agujeros negros del sinsentido donde habitan la desconfianza y el descrédito que sufre la justicia. ¿Qué pensarán, por ejemplo, los familiares del hombre asesinado en agosto pasado en la plaza de Sarrià ? Un tipo, que sospechaba que su mujer tenía un amante, se dirige una mañana a una plaza pública, donde su mujer charla con una amiga, y, en un banco cercano, está la futura víctima. Sin mediar palabra, y aprovechando que el hombre está desprevenido, lo mata apuñalándolo con un cuchillo. La sentencia, de acuerdo con el veredicto del jurado popular, condena al agresor por asesinato, pero le aplica la atenuante de estado pasional, al haber actuado "movido por la sospecha de que su compañera estaba manteniendo una relación sentimental con la víctima", y le rebaja la pena. Es decir, la sentencia da por hecho que tener celos hacia la pareja es un "estado pasional de intensidad que debió de limitar su capacidad de culpabilidad", y en consecuencia es menos culpable. Y así, gracias a la bondad de la ley - que también considera atenuante ir hasta los chorros de alcohol o tomar drogas-,la sentencia acaba de reeditar la famosa canción de El preso número 9 que versionaba Joan Baez, que convertía en héroe a un tipo que había matado a la mujer y al amante. "Los maté, sí señor/ y si vuelvo a nacer/ yo los vuelvo a matar", decía el preso. Por supuesto, era "un hombre muy cabal" que, "al mirar a su amor en brazos de su rival / ardió en el pecho el rencor y no se pudo aguantar". Y añadía: "Padre no me arrepiento ni me da miedo la eternidad / yo sé que allá en el cielo el Ser Supremo nos juzgará". Es decir, El preso número 9 conectaba con la idea ancestral de que la violencia de esta naturaleza tenía que ver con el amor y el honor.

Sin embargo, siglos de concienciación nos han permitido saber que el crimen pasional no tiene que ver con el amor, sino con la posesión, y que es el hombre que domina y posee el que se cree con la potestad de llegar al asesinato. El "la maté porque era mía" ha sentenciado y sentencia a miles de mujeres (y, a menudo, a sus amantes) a la muerte, y ese es el paradigma que hay que combatir. Desde esta perspectiva, la sentencia de la Audiencia de Barcelona es un desastre. No sólo por su inequívoca antipedagogía, contraria al sentido del mensaje que tendríamos que enviar para evitar la violencia de género, sino porque, además, es un referente para los crímenes que vendrán. A partir de ahora, cada muerte puede ser el resultado de un "estado pasional de intensidad", y nada, a loarlos con viejas canciones. No son amantes, son dominadores. No son parejas, son delincuentes. No aman, poseen. Si la ley no entiende esto, no entiende nada.

10-VI-10, Pilar Rahola, lavanguardia