´Gato por liebre´, Mariano Marzo

Las noticias sobre el maquillaje de cuentas por parte de empresas, instituciones e incluso estados resultan hoy en día tan habituales que escandalizarse parece una ingenuidad. La contabilidad creativa se ha consolidado como una destreza imprescindible a la hora de proyectar una imagen de tranquilidad, solidez y de crecimiento sostenido. Con múltiples matices y variantes, esta práctica está tan extendida que, por principio, lo sensato es desconfiar de los números.

El caso de las estadísticas sobre el petróleo constituye un claro ejemplo de la ceremonia de la confusión comentada. Resulta que en los últimos análisis de diversos organismos ya no se contempla el consumo de petróleo, sino el de combustibles líquidos. Estos últimos incluyen: el crudo, los condensados, los petróleos no convencionales, los líquidos del gas natural (LGN) y los biocombustibles. Con esta nueva contabilidad se consigue transmitir el mensaje de que todo va bien: el suministro de líquidos, expresado en millones de barriles diarios, no cesa de aumentar, adaptándose a una demanda creciente. Sin embargo, se omite una información esencial: el contenido energético de un barril de crudo no es el mismo que el de otros líquidos, de forma que un barril de LGN tan sólo reemplaza 0,7 barriles de un crudo estándar. Si tenemos en cuenta esta equivalencia, y que el crudo sólo representa el 85% del suministro global de líquidos, resulta que si expresamos este en unidades energéticas, no en barriles, hace ya cinco años que está estancado. No sólo no vamos bien, sino que tenemos un serio problema.

Otra trampa al uso es la de referirse a las reservas de crudo en número de barriles, sin especificar su contenido energético neto. Dicho contenido resulta de la diferencia entre la energía bruta suministrada por un barril y la consumida en la extracción. Sin duda, el petróleo fácil y barato es cosa del pasado, de modo que la producción se está desplazando a áreas más complicadas y remotas, lo que significa que, independientemente de que las reservas mundiales puedan aumentar en número de barriles, la energía neta disponible está disminuyendo de forma acelerada.

Al margen de consideraciones éticas, está claro que el uso generalizado de las prácticas descritas constituye una bomba de relojería: si la información sobre la que basamos nuestros análisis y prospectivas ha sido maquillada, las conclusiones y modelos pueden ser totalmente ficticios. De este modo, lo normal es que un buen día caigamos en la cuenta de que hemos estado viviendo por encima de nuestras posibilidades y que el final de la historia sea el del cuento de la lechera. No deberíamos instalarnos en el autoengaño y seguir falseando la realidad en vez de afrontarla. Tampoco es aconsejable esperar, en un ejercicio de fe, que "la magia del mercado" acabe solucionando nuestros problemas. Digan lo que digan algunos, las limitaciones impuestas por las leyes físicas no se superan con magia ni otras milongas.

14-VI-10, Mariano Marzo, lavanguardia