´Corregir el rumbo´, Germà Bel

Mediado mayo se iniciaba la gran corrección de rumbo de la política económica española, con el (primer) paquete de austeridad presupuestaria. Desde entonces las rectificaciones no han dejado de sucederse y reformas hace tiempo necesarias han comenzado a abrirse camino. El mercado de trabajo y el sistema financiero son los más aparatosos, pero no los únicos. En las próximas semanas habrá concreciones sobre la reforma de las pensiones y nuevas medidas de consolidación fiscal.

Entre las políticas económicas sectoriales destaca el giro argumental del Ministerio de Fomento, que - acertadamente-pone por fin mayor énfasis en la aportación de las infraestructuras a la productividad económica y su rentabilidad para decidir las inversiones prioritarias. Si, además, se desterrase de la visión del Gobierno la noción de que la cohesión territorial exige conectar todas las provincias españolas con Madrid, la consistencia sería mucho mayor. Aunque es excesivo esperar tanta mejora, pues la ocurrencia de equiparar cohesión territorial y conexión con la capital política está en los genes de la política española de infraestructuras desde 1870.

Otro ámbito en el que la rectificación es inminente es la política de fomento de las energías de tipo solar (bien distinto del resto de energías renovables). El error -paradigmático de los años maravillosos- de subvencionar extraordinariamente la explotación industrial extensiva de tecnologías aún inmaduras y muy ineficientes ha acabado teniendo efectos fatales sobre el precio de la electricidad. Y eso que el precio no recoge aún todo el sobrecoste impuesto por las primas a las renovables.

La responsabilidad es ante todo de las solares: según la CNE, la prima a esta modalidad en el 2009 fue casi diez veces mayor que el promedio para el resto de renovables; y el volumen total de primas recibidas ya supera un tercio del total, aunque su aportación como fuente de energía es muy pequeña. El resultado ha sido encarecer demasiado la factura eléctrica y subvencionar la producción de tecnología solar sobre todo en Alemania y en China. La desmesura ha sido tal, que en su número del 5 de diciembre del 2009 The Economist clasificó la política de solares en España como la segunda peor política de fomento de renovables en el mundo, sólo superada por los biocombustibles de George W. Bush. Dudoso honor.

Al final, esta burbuja -como todas- también ha estallado, y el Ministerio de Industria se propone corregir el entuerto que su propia política creó. Nunca es tarde si la dicha es buena, y bien haría la oposición para, también en este terreno, colaborar a hacer posible el imprescindible cambio de rumbo.

18-VI-10, Germà Bel, lavanguardia