ŽEl Directorio EuropeoŽ, Enric Juliana

El Directorio Europeo es una relación de fuerzas. Inicialmente, España formaba parte de él. Con grandísima visión de la jugada, Felipe González apoyó la reunificación alemana de Helmut Kohl, ayudando a bloquear el frente de rechazo de Margaret Thatcher y François Mitterrand, temerosos ambos de un nuevo expansionismo germánico. González se lo cobró. Millones de marcos siguieron llegando a España en forma de ayuda a la convergencia europea.Subvenciones. Inversiones. Y créditos. Créditos que ahora la banca alemana teme no poder cobrar. Aznar quiso jugar su propia partida, aprovechando los vértigos de Iraq: alianza preferente con Estados Unidos y Gran Bretaña, frente a la vieja Carolingia. La trepidante aventura atlántica acabó mal. Muy mal. Zapatero se cruzó en su camino con un bonito frame: "Regresaremos al corazón de Europa". Yse fotografió en los jardines de la Moncloa con Jacques Chirac y Gerhard Schröder. Seis años después, la prensa anglosajona lo zarandea, y la alemana, también. Es una pinza terrible. Los dos polos del gran combate conceptual europeo libran su batalla a costa del derrumbe del ladrillo español. Para los anglosajones contrarios al euro, España es el eslabón débil de la hegemonía germánica. Para los alemanes, la pesadilla de la República de Weimar podría ARCHIVO recomenzar con las deudas de España. ("Los alemanes llevamos en nuestros genes el miedo a la peste monetaria; no tenemos otra pasión que vigilar el valor del dinero", declara el filósofo Peter Sloterdijk a la revista francesa Le Point).El Directorio Europeo es el miedo alemán a Weimar; es el miedo inglés a acabar marcando el paso de Berlín; es el tiburoneo de Wall Street; y es la imposibilidad - hoy-de que Francia trace una línea económica alternativa con el apoyo de España.

La aventura de Europa posiblemente se decida en España; lorquianamente, angustiosamente. En esa España solar (suelo y sol) que piensa en americano y cuyos poderes fuertes (banca y antiguos monopolios del Estado) saben más de Brasil, Argentina y Venezuela que de la vieja Carolingia y sus pesadillas. El marco es Weimar. Y la mirada, la de Stendhal, que supo resumir el mundo moderno en la aventura del joven Fabrizio del Dongo (La cartuja de Parma).Fabrizio estuvo en Waterloo sin saberlo. Oía el trueno de los cañones, el relinchar de los caballos, el grito de los oficiales y el gemir de los heridos, pero tardó tiempo en descubrir que aquellas furias eran fragmentos de una decisiva batalla.

20-VI-10, Enric Juliana, lavanguardia