Sora Aoi, la vía porno hacia la reconciliación chinojaponesa

La ciudad de Shanghai fue la semana  pasada escenario de una situación impensable pocos años atrás. Una multitud de jóvenes chinos recibió calurosamente a una actriz japonesa que iba a promocionar un videojuego. Fueron unos minutos que demuestran el cambio que hay en las relaciones entre unas sociedades enfrentadas tradicionalmente por sus diferencias históricas y culturales, cuyo punto álgido fue la invasión nipona entre 1937 y 1945.

La artífice de que los jóvenes chinos empiecen a mirar de otra manera a sus vecinos se llama Sora Aoi, que en japonés significa Cielo Azul. Esta actriz, una de las más famosas del cine porno nipón, se ha convertido en un fenómeno de masas en China. En poco más de dos meses se ha ganado la simpatía de más de treinta mil ciudadanos del gigante asiático.



El poder de convicción de esta japonesa de veintisiete años nacida en un céntrico barrio de Tokio no radica sólo en sus interpretaciones en la pantalla -que los jóvenes chinos descargan de webs teóricamente inaccesibles- sino que se ha ganado sus corazones por su generosidad. "Para muchos internautas chinos, Aoi es como la vecina de al lado", señalaba el periódico Southern Metropolis Daily.

La admiración de los jóvenes chinos hacia Sora Aoi radica fundamentalmente en gestos y comentarios concretos que les ha llegado al alma y que están estrechamente relacionados. Es una de las pocas actrices extranjeras que ha accedido a conversar directamente con sus fans a través de la cuenta que abrió en Twitter el pasado mes de abril. Esta actitud provocó que su microblog fuera seguido por cerca de veinte mil admiradores en un solo día.

El mérito aún es mayor si se tiene en cuenta que el acceso a Twitter está bloqueado en China desde el 2009. Ello supone que los seguidores de esta actriz, que debutó en el 2001 con dieciocho años, tuvieron que ingeniárselas para saltarse los cortafuegos informáticos que aplica Pekín para poder charlar con su estrella preferida.

La corta biografía de Sora Aoi señala que "sus grandes ojos, su preciosa sonrisa, su joven rostro y... sus grandes pechos" hicieron que su popularidad como modelo creciera como la espuma. Todo ello ha influido en su celebridad entre el público chino. Su fama aumentó considerablemente, sin embargo, cuando afirmó, a través de su cuenta de Twitter, que estaba profundamente entristecida por la catástrofe provocada por el terremoto que el 14 de abril asoló Yushu, en la provincia china de Qinghai y que estaba dispuesta a donar dinero para ayudar a la reconstrucción.

"La actitud de Sora merece todo mi respeto", dijo Yu Dahai, un editor de arte pekinés de treinta años al periódico Global Times."Admiro su carácter, y con su llamamiento a hacer donaciones para las víctimas del terremoto demostró que tiene verdadero amor por los demás", precisó Yu.

Otro internauta chino calificaba a esta actriz, con varios galardones del cine porno en su haber - entre ellos el de Mejores Pechos en la edición del 2003 de los premios del cine porno japonés-,"como una buena embajadora entre los pueblos chino y japonés".

Y es que la actitud solidaria de Sora Aoi, reclutada por un cazatalentos en el tokiota barrio de Shibuya cuando cursaba el tercer año de instituto, ha llegado al corazón de los chinos. Muchos comparan su proximidad con la actitud distante de las actrices chinas.

En esta comparación subyace la animadversión que levanta entre sus paisanos Zhang Ziyi, la actriz más popular del gigante asiático. La estrella de Memorias de una geisha recibió una avalancha de críticas cuando se supo que su promesa de donar un millón de yuanes a las víctimas del terremoto de Sichuan del 2008 se había reducido a 160.000 yuanes. Por esta razón, tras el seísmo de Qinghai, Zhang se apresuró a donar 200.000 yuanes.

Sora Aoi ha logrado que los jóvenes chinos vean con otros ojos a la sociedad japonesa y que no hay tantas diferencias entre los dos países. "Ei, ¿estáis seguros de que es japonesa?, porque parece una china", ha llegado a comentar un internauta en un foto de debate.

24-VI-10, I. Ambrós, lavanguardia