´¿La nación?, estrés, estrés y más estrés´, Enric Juliana

- Hoy voy a hablarle  de un filósofo alemán.

- ¿No estaba usted con Ortega? Circula por Madrid que hay un toro parlante llamado Segador,que lee y recita a don José Ortega y Gasset en un bar muy escondido de la plaza Mayor.

- El gran Ortega es para el invierno, cuando en esta casa sirven un caldo muy bueno de hueso de jamón. En verano, cuando llega el gazpacho, busco otras lecturas. Ahora estoy con Sloterdijk.

- ¿Peter Sloterdijk?

- El mismo. El filósofo de las esferas. Antes, todas las conciencias vivían en el interior de la gran burbuja religiosa, disciplinadas por la promesa celestial. Después, llegaron las belicosas esferas nacionales, en las que el hombre soñaba futuros heroicos. Y ahora, un mundo-espuma, formado por millones de microesferas en grumos inestables. En el interior de cada microesfera, un individuo conectado con la inmensidad.

- Caray, con Sloterdijk. He oído hablar de él. Dicen que es denso. Nietzsche, Heidegger, enciclopedismo francés, psicologismo, un toque budista y esa voluntad tan alemana de querer generar una visión completa del mundo.

- Ortega se formó en Alemania.

- Es usted un toro tedesco.

- Me gusta pensar por mi cuenta desde que aquella tarde en Las Ventas me condenaron a la eternidad.

- ¿Dolió?

- Sí, dolió. Ya se lo conté una vez. Fue muy rápido. Un pinchazo. Un rayo ardiente. Y luego una claridad.

- He oído decir que Sloterdijk tiene una escritura melodiosa y estilizada.

- Tengo subrayada una frase suya que me ha hecho pensar. Creo que le puede interesar después de esta semana de pasiones catalanas. Escuche: "La nación es una unidad de estrés".

- ¿Cómo?

- "Toda nación actúa como una unidad de estrés".

- Explíqueselo usted al Tribunal Constitucional. No está mal visto. Si, la nación puede llegar a ser algo muy agobiante. Esta semana lo hemos visto: para alguna gente, la existencia de España depende angustiosamente de que la palabra nación no se aplique a Catalunya. Dos estrés juntos producen más estrés. Habrá que ir pronto al balneario.

- En alguna ocasión, Sloterdijk también ha dicho que todo nacionalismo es una forma de histeria.

- Alguien se va a enfadar. Todo nacionalismo suele ser muy susceptible.

- Bueno, él habla de histeria en un sentido psicologista: angustia, irritación, incluso paroxismo... Una pulsión que necesita afirmarse constantemente para vencer la inseguridad.

- Según este filósofo alemán, un catalanista es un histérico.

- Ya saltó la susceptibilidad catalana. Y un españolista también es un histérico. Yo mismo debo tener algún rasgo histérico.

- ¿Usted? Usted es un toro tedesco y disecado que lee a Ortega en invierno y a ese vikingo metafísico en verano.

- Oiga, que yo también soy muy español. Bajo esa inmóvil apariencia, bajo mi eternidad senequista, también late una patria. Mis banderillas fueron rojigualdas. Aún recuerdo el pasodoble de aquella tarde soleada...

- Español y masoquista, por lo que parece.

- No me provoque. Aquella tarde, le juro que viví.

- Sí, en toda nación late una histeria, Europa es hoy la suma de veintisiete histerismos. Bajo ese prisma se entiende mejor la actual crisis de la Unión.

- Efectivamente, Sloterdijk ha ironizado alguna vez con esta idea de Europa como suma de histerias. Y añade algo que le interesará.

- ¿Qué?

- Dice que si Europa son 27 histerias reunidas, tres o cuatro histerias más pueden hacer la reunión aún más divertida. Supongo que lo capta.

- Creo que lo entiendo.

- También sostiene que la nación es hija de la prensa.

- Eso lo escribió el austriaco Karl Kraus.

- ...y que con internet la nación ya no es lo mismo.

- La prensa sigue y seguirá existiendo. El nervio de la política pasa por la prensa.

- Y las naciones siguen encendiendo pasiones. Fíjese en el Mundial de fútbol. Pero ya no es lo mismo.

- En Europa las naciones viven sin vivir en sí. Lo cual todavía produce más estrés.

- Sloterdijk propone distinguir entre la unidad coexistencial y la unidad de supervivencia. La primera es la vieja nación; la segunda, aunque cueste admitirlo, es Europa.

4-VII-10, Enric Juliana, lavanguardia