Colombia: 4´5 millones de ´desplazados´

En toda la campaña electoral nadie se acordó de los desplazados internos. Ningún candidato los tuvo en cuenta pese a que 4,5 millones de colombianos se vieron obligados a abandonar casa y tierras porque narcotraficantes y paramilitares les dijeron: "O se van, o los matamos". En su primer discurso como presidente electo, Juan Manuel Santos les dedicó unos pocos segundos, que fueron bien recibidos porque todos quieren volver a sus pueblos.

"Hoy es el fin de una campaña pero el comienzo de algo mucho más importante. Es el inicio de una nueva era en nuestra historia, en que millones de colombianos saldrán de la pobreza. Una era en la que nuestros compatriotas que tuvieron que salir del país por la falta de seguridad o de oportunidades podrán regresar a su tierra", dijo Santos. Sin citarlos por el nombre de desplazados, como se les conoce, anunció: "Iniciamos una era en la que cientos de miles de colombianos que fueron expulsados de sus pueblos por la violencia retornarán a sus terruños para rehacer su vida".



Los desplazados son campesinos pobres y minorías étnicas expulsados de sus tierras u obligados a venderlas a precios bajos. Proceden de zonas ricas en recursos pero con los mayores niveles de pobreza. Sólo en la última década, abandonaron seis millones de hectáreas.



Los fugitivos de la violencia no cesan de aumentar. Unos 300.000 colombianos se agregaron en el 2008 a la lista de desplazados por los conflictos armados internos que sufre el país desde hace medio siglo. Colombia es la segunda nación del mundo con más refugiados internos; cada vez se acerca más a Sudán, que tiene 4,9 millones.



"Los desplazados tenemos miedo de reclamar nuestras tierras; quienes lo hicieron están muertos o muy amenazados", comentó a La Vanguardia Luis Valdés, un campesino originario de Córdoba que desde hace dos años vive con su mujer y tres hijos en una casucha del barrio periférico de Soacha.

Luisa, una mestiza de 34 años, llegó ayer a Bogotá. Un autobús la trajo desde San José del Guaviare, con una maleta con poca ropa, mucha incertidumbre y alguna ilusión. Viajó con su esposo y cuatro hijos. El menor tiene nueve meses; el mayor, 14 años. Hasta hace unos meses, vivían sin problemas en la región donde estuvo cautiva Ingrid Betancourt. Antonio trabajaba como albañil y Luisa vendía dulces. La tranquilidad desapareció tras la liberación de la ilustre rehén. Se marcharon por temor a que la guerrilla, en represalia, se llevara a su hijo mayor.

"La situación se puso difícil por la guerrilla... Matan y desaparece gente. Uno se va de casa o se muere nomás", comenta Luisa. "A ver cómo consigo trabajito para ayudar a la familia", dice Antonio.

Cada día llegan a Bogotá unas 60 familias que abandonan casa y tierras por la violencia. Muchas bajan del autobús sin tener idea de dónde pasarán la noche. Detrás de cada una se esconde una historia, un drama. Mientras el presidente Uribe pregona que se gana la guerra a las FARC, los desplazados sienten que el extenso país rural está abandonado.

"No se hace nada para devolvernos las tierras. Ojalá Juan Manuel Santos cumpla lo que prometió el domingo", dijo Pedro

Val, un campesino que tuvo que abandonar su parcela en la provincia del Putumayo y ahora malvive en la barriada de Ciudad Bolívar, en la que encuentran refugio muchos desplazados que llegan a la capital.

El Alto Comisionado para los Refugiados de la ONU (Acnur) informó - citando cifras del propio Gobierno-que en Colombia cada día son más los que abandonan su casa por la violencia: en el año 2006 se contabilizaron 200.000 desplazados; en el 2007, 250.000; en el 2008, más de 300.000. Y 552.000 colombianos huyeron a Venezuela y Ecuador. En Colombia hay mayor número de refugiados internos que en Iraq. Acnur destaca que los desplazados se han ido acumulando en Colombia durante décadas; en Iraq fueron provocados por una guerra abierta. Lo peor es que pocos refugiados tienen esperanzas de regresar. La tragedia es de tal dimensión que Acnur la considera una gran crisis.

Mabel González Bustelo, de Médicos sin Fronteras, afirma que considerar al desplazamiento forzado un efecto del conflicto armado es desconocer los intereses económicos y políticos que están detrás, que lo convierten en una estrategia económica, de homogeneización social y ampliación de la gran propiedad. "La violencia es sólo el instrumento de la expulsión, la verdadera razón es más profunda", señala González Bustelo.

22-VI-10, J. Ibarz, lavanguardia