´La fuerza bruta´, Eulàlia Solé

Además de que los asesinatos de mujeres por violencia de género son persistentes, resulta que un estudio reciente nos dice que el 13% de los jóvenes de entre 14 y 20 años ha reconocido haber maltratado a su novia. Otros habrá que ni siquiera lo reconocen, contribuyendo todo ello a que desconfiemos de que se avance lo suficiente en la educación no sexista. Que a estas alturas aún haya hombres que no controlan su fuerza bruta parece inconcebible. Por lo que respecta a la potencia física, las mujeres siempre llevarán las de perder, motivo por el cual la civilización ha enseñado al macho a reprimir las acciones violentas contra la hembra. No obstante, se hace patente que aún queda mucho camino por recorrer hacia la dignidad.

Iniciado un nuevo siglo, la identidad masculina continúa basándose en no actuar como las mujeres. Hemos superado la fase en que los niños de la nobleza eran separados de su madre desde muy pequeños para que no fueran hombres sensibles sino guerreros.

Ahora pueden permanecer junto a ella sin problemas porque ya no es el padre quien les enseña a usar la fuerza y rehuir ternuras, sino que la propia sociedad fomenta a través de sus pautas tanto la división de papeles entre los sexos como la distinta estima que cada papel merece.

La enseñanza en las escuelas actuales se autodefine como igualitaria entre chicos y chicas; sin embargo, está lejos de serlo. Al margen de los contenidos curriculares, basta con asistir a las fiestas de fin de curso donde se exhiben las actividades extras realizadas. Sírvannos algunos botones de muestra. Patinaje, danza, hiphop..., todo chicas. Si acaso un único Billy Elliot, el de la película, como rara avis. Ellos dedicados al baloncesto o al fútbol, deportes que algunas chicas también practican, viniéndose a demostrar que la ósmosis se ejerce en una sola dirección.

El uso de la fuerza bruta, entre hombres y en particular contra las mujeres, sigue siendo una plaga social. Atañe al sistema educativo, a la familia y a los medios de comunicación dar un paso hacia delante. El de promover una identidad masculina que, en lugar de contraponerse a los valores femeninos, se cimente en la no agresividad.

En unos jardines públicos, vi a un padre con su bebé en brazos y que, de pie, lo mecía como hubiera hecho cualquier mujer. Creo que ese hombre nunca ejercerá la violencia de género.

16-VII-10, Eulàlia Solé, socióloga y escritora, lavanguardia