´Argentina´, Enric Juliana

Mientras en el Congreso de los Diputados de Madrid languidecía el debate parlamentario más inútil de los últimos tiempos, en la ciudad de Buenos Aires tenía lugar ayer un acontecimiento importante de la política española. A las cuatro de la madrugada y por un estrecho margen de seis votos, el Senado de la República Argentina decidía la legalización del matrimonio entre personas de un mismo sexo. Es una noticia relevante. El modelo español ha cruzado el Atlántico. Argentina, pionera. Matrimonios gais en América Latina. He ahí un triunfo de José Luis Rodríguez Zapatero.

Hace seis años, tras la inesperada victoria de los socialistas españoles en marzo del 2004, la Secretaría de Estado del Vaticano llamó a consultas a Roma a varios obispos y cardenales para evaluar el programa laicista de la renacida izquierda española. Bajo la presidencia del cardenal Angelo Sodano -hoy en un discreto ostracismo vaticano-, los reunidos llegaron a la conclusión de que ese político español medio desconocido llamado Zapatero iba a crear serios problemas a la Iglesia católica. La promoción del matrimonio gay en España podía alterar tres o cuatro mapas importantes (el vestíbulo de la Secretaría de Estado, en la tercera planta del Palacio Apostólico del Vaticano, lo preside un bellísimo mapamundi del Renacimiento). El mapa moral de una España que fue vigía de Occidente.El mapa de la paz de Westfalia en el siglo XVII: la patria de la Contrarreforma aceptando las formas de vida de la luterana Holanda. El mapa de la muy católica Italia, puesto que la izquierda itálica, desde 1948 poco proclive al conflicto con el Vaticano, podía tener la tentación de seguir el ejemplo español. Y, finalmente, el mapa de América Latina, el espacio continental con mayor número de católicos en el mundo. El nuevo laicismo español podía contaminar América. Esa fue la principal conclusión. Y uno de los prelados asistentes avanzó la hipótesis de que Zapatero pudiese ser la punta de lanza de un ambicioso plan de la masonería para acabar minar definitivamente las bases del catolicismo en la secularizada Europa. No consta que esta tesis -la del Zapatero agente masón- fuese aceptada por el resto de los presentes.

La decisión del Senado argentino viene a demostrar que la política de costumbres del nuevo socialismo español tiene recorrido. Lluís Foix escribió en una ocasión que, lejos de ser un socialdemócrata clásico, Zapatero es lo más parecido a un radical-socialista francés de los años treinta. En términos de hegemonía cultural, nuestro Édouard Daladier ha tenido éxito. Su agenda de costumbres se ha impuesto de manera prácticamente irreversible, con el apoyo constante de las encuestas y el aplauso incondicional de una poderosa corriente intelectual (periodistas, escritores, actores, guionistas, directores de cine...) En el supuesto de que el Partido Popular gane las próximas elecciones, habrá retoques, pero no una espectacular vuelta atrás. La Iglesia lo sabe.

16-VII-10, Enric Juliana, lavanguardia