´Tuteando´, Pedro Nueno

En el control de seguridad de un aeropuerto en un país de idioma inglés tenía detrás a un matrimonio de bastante edad, ella en una silla de ruedas. Les oía hablar y eran americanos. Les dejé pasar delante como es lógico, pero no sirvió de nada. Los de seguridad les abrieron su equipaje de mano, les manosearon todo lo que llevaban, mirando en público medicinas y otras cosas como si fuesen armas secretas. A la pobre señora le hicieron quitarse una chaqueta que llevaba algunos adornos metálicos, cosa que hizo con dificultad desde su silla de ruedas.

Como había un montón de individuos de seguridad uno me hizo avanzar. Yo llevaba sólo papeles, pero él no tenía cara de saber leer y me dio el pase rápido. Pero no pude evitar decirles en voz alta, en inglés, a los americanos, que me sabía mal ver lo que les estaban haciendo. Los dos me soltaron un "thank you" y una sufrida sonrisa. Él añadió en inglés: "Le agradezco mucho su comentario".

A los de seguridad no les gustó mi amabilidad hacia sus torturados y me pararon haciéndome entrar en un cuarto. Allí tuve que subir y bajar los brazos, girar sobre mí mismo, en el centro de un círculo y contra una pared que parecían sensibles a armas extrañas. Un claro abuso de poder tuteándome. Pero cuando me dijeron que podía irme no pude resistir la tentación de decirles: "Si van a solicitar su admisión en un programa de Harvard, no me pidan a mí una carta de recomendación". Puede que algún día no lo cuente, pero ya soy mayor y no tengo mucho que perder. Por suerte se quedaron tan cortados que me fui y no dispararon.

Mientras esperaba embarcar, veía desde una vidriera a montones de personas vestidas de amarillo hablando tranquilamente en grupos. De vez en cuando uno se subía en un vehículo raro, una escalera con ruedas, un tractor, y se quedaba allí sentado, luego se iba y llegaba otro igual. Salimos tarde y el comandante del avión echó la culpa a los controladores de otros países que estaban en huelga y habían retrasado la llegada del avión en su vuelo anterior.

Pero cuando al final llegué a Barcelona, tarde por la noche, y fui hacia mi casa, me encontré un montón de calles cortadas por obras. Tres días antes ya había calles cortadas, alguna que lleva meses, y allí también hay gente vestida de amarillo que tampoco hace nada y si les preguntas (para intentar ver por el acento su nacionalidad) te tutean. Parece que el interés es empezar cuantas más obras y que duren mucho, más que ir haciendo una detrás de otra lo más rápido posible, aunque la gente ande perdida buscando su casa, una clínica o un cliente.

Estamos en el año 2010, los aeropuertos son fantásticos de diseño pero todo es intensivo en mano de obra dentro. La seguridad debería ser tecnología. Las obras de Barcelona no se entienden. Todo son subcontratas de subcontratas que buscan la gente más barata y la visten de amarillo. No hay motivación ni buena gestión. A veces adivinas lo que hay detrás. Ya saldrá un día en la prensa.

Mientras, a los pasajeros, a los transeúntes, a los ciudadanos nos tutean por todos los sitios (¿tutear empieza por t o por p?). En fin, tómense un descanso en agosto y ojalá no les tuteen mucho.

1-VIII-10, Pedro Nueno, lavanguardia