´La estrategia china sobre Corea ´, Brahma Chellaney

Corea, zona desmilitarizada. es uno de los últimos restos de la guerra fría. Se trata de una zona que divide aproximadamente por la mitad la península de Corea. La frontera más sólidamente fortificada del mundo. Pese a que esta división se ha impuesto desde hace casi seis décadas, es impensable que pueda proseguir de modo indefinido. De hecho, al igual que las dos últimas décadas desde el fin de la guerra fría han transformado el mundo geopolíticamente, es probable que las dos próximas décadas aporten un cambio no menos espectacular.

Y un lugar donde parecen ineludibles cambios geopolíticos importantes es la península de Corea. En la actualidad, sin embargo, el interés se centra en la vuelta de la guerra fría entre Corea del Norte y Corea del Sur. El deterioro de las relaciones norte-sur, sin embargo, es anterior al hundimiento del buque de guerra surcoreano, Cheonan, el pasado 26 de marzo. Comenzó poco después de que el presidente neoconservador surcoreano, Lee Myung Bak, asumiera la presidencia en el 2007 y diera marcha atrás a la política de acercamiento (sunshine policy) perseguida por sus dos inmediatos predecesores.

Aunque ninguna de las cuatro potencias con una historia de intervención en la península de Corea –China, Japón, Rusia y Estados Unidos– tiene interés alguno en este momento en perturbar el statu quo político en la zona, pueden suceder acontecimientos que caigan fuera de control de cualquier fuerza interna o externa. El desencadenante de sucesos de efecto dominó sólo puede proceder de una cada vez más aislada, empobrecida e inestable Corea del Norte. La crisis económica de Corea del Norte se agrava, en tanto la escasez de alimentos y la desnutrición generalizada hacen estragos en un país de más de 24 millones de habitantes. Otro índice de la incertidumbre que se cierne sobre el asunto es la mala salud del líder norcoreano Kim Jong Il.

A pesar de sobrevivir a un derrame cerebral en agosto del 2008 y reponerse a continuación, un apergaminado Kim presenta a todas luces un mal aspecto. En una reciente visita a China, se le veía arrastrar los pies. Kim Jong Il parece estar preparando a su tercer hijo, de 26 años, Kim Jong Un, para que le suceda. En los próximos meses, es probable que Kim Jong Un asuma una posición de relieve. Sin embargo, es demasiado joven e inexperto para gozar de respeto y autoridad de parte del pueblo en el trance de suceder a un padre enfermo cuya existencia posiblemente no se prolongará mucho tiempo. De todos modos, China parece más resuelta que nunca a sostener el régimen de Corea del Norte, con o sin Kim Jong Il. China sigue apuntalando al régimen con ayuda económica, material militar y apoyo político.

De hecho, sin la protección política que ha seguido aportando a Corea del Norte en el seno del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el régimen se habría derrumbado bajo el efecto de las sanciones internacionales. Merced a esta protección política, Corea del Norte se convirtió en el primer miembro no nuclear del tratado de No Proliferación Nuclear en quebrantar sus compromisos legales para avanzar abiertamente por la senda nuclear.

A la política y protección chinas obedece también que el proceso de diálogo de seis países sobre la cuestión de Corea del Norte, ahora aletargado, no haya avanzado. No obstante, China ha sabido jugar con astucia sus bazas diplomáticas para aparecer como protagonista principal en la cuestión de Corea del Norte, al tiempo que la política estadounidense sigue más dependiente que nunca de Pekín en lo concerniente a cualquier iniciativa. La realidad es que China se guía por su antigua mentalidad como país (zhonghwa), que aboga por un orden en Asia oriental encabezado por China.

De acuerdo con ello, cabe considerar que toda la región que se extiende desde la península de Corea al archipiélago japonés se halla dentro de la esfera de influencia de China, lo que le obliga a ejercer un liderazgo a través de ayudas de distinto matiz, influencia y maniobras en el terreno diplomático. Tal factor puede explicar por qué Pekín, haciendo caso omiso de las manifiestas sensibilidades existentes en Corea del Sur, recibió calurosamente a Kim Jong Il en una reciente visita, de la que Seúl no tuvo noticia hasta que el hombre fuerte de Corea del Norte pisó suelo chino. Pekín también sigue protegiendo a Pyongyang por el incidente del navío Cheonan.

El hecho es que China considera que se atienden mejor sus intereses en caso de mantenerse el statu quo en la península coreana. La reunificación de Corea no sólo es susceptible de modificar la dinámica geopolítica en el nordeste de Asia a través de la creación de una renaciente Corea unida, sino también de llevar la influencia y fuerza militar estadounidense a las puertas de China. Sin embargo, es tal la creciente influencia de China que nadie se atreverá a criticar a la protección política que suministra a Corea del Norte, ni siquiera Li Myung Bak, que mediante su política de línea dura ha propiciado que Corea del Norte se situara firmemente en el ámbito estratégico de Pekín. Dado el hecho de que será Corea del Sur, como en el caso de Alemania occidental, la que tendrá que soportar los costes de la reunificación, el Sur debería tratar de conseguir una apertura de Corea del Norte en lugar de trabajar para tratar de aislarla.

La manera de reducir los costes de la reunificación podría consistir en que Corea del Norte se integrara con Corea del Sur en el plano económico antes de posibles iniciativas tendentes a la integración política. Pero la política de Li Myung Bak, al dar marcha atrás en la distensión entre las dos Coreas, ha bloqueado esta vía. Merece destacarse el hecho de que China no ha tratado de exportar su modelo económico a su clientela política. En realidad, teme que si empieza a hacer reformas, su renqueante sistema podría derrumbarse bajo el peso de sus contradicciones. Al fin y al cabo, pese a suespectacular éxito económico, la propia China ha de avanzar por una cuerda floja en materia de apertura al mundo exterior: debido a su opaco y represivo sistema, cuanto más se globaliza, más vulnerable se torna en el plano interno.

Por tanto, China ha tratado de abrirse en la medida necesaria para apuntalar su crecimiento económico, pero sin permitir la entrada de elementos liberalizadores. De todas formas, es dudoso que pueda sostener el sistema imperante en Corea del Norte por mucho tiempo. En la historia del mundo moderno, un cambio de régimen en un sistema autocrático ha sido un desencadenante potencial de acontecimientos conducentes a un cataclismo.

Cuando fallezca Kim Jong Il, los hechos que se produzcan a lo largo de un periodo de tres o cuatro años podrían dar lugar a un impulso imparable hacia la transformación radical de Corea del Norte y de la península de Corea en su conjunto.

 

 8-VIII-10, Brahma Chellaney, profesor Estudios Estratégicos Centro de Investigación en Ciencia Política de Nueva Delhi, lavanguardia