´La batalla de Madrid´, Florencio Domínguez

El PSOE importó del sistema político norteamericano el modelo de las elecciones primarias en un momento de crisis interna, después de haber sido derrotado por el Partido Popular, de haber perdido el poder y de que hubiera dimitido Felipe González, dejando al partido huérfano de liderazgo.

En aquella situación se pensó que un mecanismo que fomentase la participación de los militantes en un aspecto tan decisivo como la elección de candidatos podría reanimar al partido y darle un nuevo impulso. Así, pudieron competir el candidato oficial Joaquín Almunia y Josep Borrell. Los votos de los afiliados le dieron el triunfo a este último, pero la maquinaria del aparato socialista se encargó de ponerle luego toda clase de zancadillas.

El mecanismo de las primarias tiene una seria incompatibilidad con el modelo europeo de partidos, en el que las formaciones políticas son estructuras muy sólidas, con unos órganos de gobierno rígidos, asentados y con mucho poder. Y si eso se puede predicar del sistema político europeo en general, con mayor rotundidad se puede decir del PSOE, una formación en la que los aparatos son auténticas maquinarias de poder, a veces implacables, con leyes no escritas sobre quién promociona y quién no.

Nada que ver con las estructuras de los partidos norteamericanos, mucho más débiles. Allí la campaña no la hace el partido, sino el candidato, que cuenta con su nombre, su imagen, sus debilidades y sus fortalezas personales por encima de todo.

Aquí, en cambio, lo que cuenta fundamentalmente es la sigla. Luego el candidato suma o resta un poco. Por eso en el PSOE ha ido enfriándose el entusiasmo de los primeros tiempos por las primarias. No hay más que ver la mala cara con que la dirección socialista ha acogido al madrileño

Tomás Gómez por forzar unas primarias para competir con la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez. No es sólo el malestar que provoca no haber conseguido imponer a su candidata, sino que consideran que unas elecciones internas ofrecen una imagen de división del partido, producen tensiones entre las diferentes fracciones en liza y, en último término, transmiten ante la opinión pública una idea del PSOE poco favorable para sus intereses.

La fórmula de las primarias tampoco ha encontrado demasiados amigos en los otros partidos españoles, que prefieren designar candidatos a través de los órganos ordinarios, sean comités electorales o de dirección, en vez de enredarse en esta clase de experimentos.

11-VIII-10, Florencio Domínguez, lavanguardia