´Ni trabajar ni estudiar´, Francesc-Marc Álvaro

Que 154.000 catalanes de entre 16 y 24 años no trabajen ni estudien es un problema grave que no me dejaría dormir si yo fuera político. Que de esta cifra haya 55.300 que, además, no hacen nada ni para formarse ni para buscar trabajo es un fracaso social que debería preocuparnos a todos. Estos datos, que son de un informe elaborado por el sindicato UGT dado a conocer esta semana, son peores de lo que parecen si se leen junto a otros indicadores, como una tasa de abandono escolar prematuro del 28,3% en Catalunya, cuando en el conjunto de Europa es la mitad. Pero no estamos ante fenómenos naturales, esto no es la sequía que, según algunos, podría arreglarse con rogativas a la Moreneta. Este cuadro es producto, obvio es decirlo, de muchas decisiones superpuestas y alguna que otra dejadez de los actores políticos, pero no exclusivamente de ellos, desde hace muchos años. ¿Sería posible escuchar alguna autocrítica al respecto? De los políticos y también de los empresarios, los sindicatos, los docentes y, sobre todo, de los padres de los jóvenes que no se sienten motivados para otra cosa que no sea vegetar. Toda la responsabilidad no será del ministro o del conseller de turno.

Estas cifras inquietan pero se borran fácilmente a medida que la actualidad nos proporciona otros titulares. Por eso es bueno retener algún caso concreto, que ilustre las grandes magnitudes con el rostro de la intrahistoria. Me contaron esta peripecia hace muy poco. Se trata del hijo de una mujer divorciada que, desde pequeño, ha tiranizado a su madre, incapaz de imponerse a sus caprichos con algo de autoridad. Llegado a la mayoría de edad sin estudios básicos concluidos y sin dar un palo al agua, la criatura, convertida en asilvestrado señor feudal de su hogar, pasa los días dormitando y las noches de fiesta con los amigos. El secreto de esta vida regalada está en vampirizar a la madre y - atención al detalle-en el apoyo económico que le brinda uno de sus abuelos. En este ejemplo, tan similar y tan distinto a muchos otros casos, las inversiones y las políticas educativas no pintan nada. Este pequeño drama revela un fracaso que está más allá y más acá de la política. Algunos lo llaman crisis de valores o quiebra de actitudes básicas, ustedes dirán. La acumulación de situaciones de este tipo es un freno evidente para cualquier país.

Afortunadamente, no todos los jóvenes son como el que hemos descrito antes. La mejor generación de catalanes de toda la historia llama a la puerta, son los más preparados, los que viajan más, los que tienen la mente más abierta y los que se esfuerzan cada día. Una parte de estos, desgraciadamente, no lo tiene fácil para encontrar empleo, pero no tira la toalla. Es a este motor excelente y responsable al que debe apoyarse con recursos públicos, sobre todo ahora. Invertir en los mejores es empezar a salir de la crisis.

13-VIII-10, Francesc-Marc Álvaro, lavanguardia