´La victoria pírrica del rey Carbón´, Daniel Gros

A veces la noticia más importante es lo que no está sucediendo. Este verano nos ha dado un ejemplo así: el proyecto de ley sobre el cambio climático, que Barack Obama ha impulsado tanto, no será presentado siquiera al Senado de EE. UU. porque no tiene posibilidad alguna de ser aprobado.

Eso significa que EE. UU. está a punto de repetir su "experiencia de Kioto". Hace veinte años, en 1990, participó (al menos inicialmente) en las primeras negociaciones mundiales encaminadas a lograr un acuerdo mundial para reducir las emisiones de CO . En aquel momento, la UE y 2 EE. UU. eran, con mucha diferencia, los mayores emisores, por lo que parecía apropiado eximir de compromiso alguno a las economías en ascenso del mundo. Con el tiempo, resultó claro que EE. UU. no iba a cumplir con su compromiso. Entonces la UE siguió adelante sola, al introducir su innovador sistema de compraventa de emisiones con la esperanza de que Europa guiara mediante el ejemplo.

Sin el plan legislativo norteamericano sobre el cambio climático, las promesas hechas por el Gobierno de EE. UU. hace siete meses en la cumbre de Copenhague han pasado a ser inútiles. La estrategia europea está hecha jirones.

El compromiso de China de aumentar la eficiencia en materia de CO de su economía 2 en un 3% al año no sirve de ayuda, porque las tasas de crecimiento anual de casi un 10% del PIB significan que las emisiones del país van a dispararse durante este decenio. De hecho, en el 2020 las emisiones chinas podrían ser más del triple de las de Europa e incluso superar las de Estados Unidos y Europa combinadas. Eximir a los mercados en ascenso de compromiso alguno carece ya de sentido. ¿Por qué han fracasado todos los intentos de fijar precios para las emisiones de carbono? Podemos encontrar la respuesta en una palabra: carbón... o, mejor dicho, el hecho de que el carbón sea barato y abundante.

La quema de hidrocarburos (gas natural y petróleo) produce agua y CO . En 2 cambio, la quema de carbón produce sólo CO . Además el carbón es mucho más barato 2 por tonelada de CO emitida, por lo que 2 cualquier impuesto sobre el carbono tiene repercusiones mucho mayores en el carbón que en el crudo de petróleo (o el gas). Los propietarios de minas de carbón y sus clientes se oponen rotundamente a cualquier impuesto al carbono. Son un grupo pequeño, pero bien organizado, que ejerce una inmensa capacidad de cabildeo para bloquear los intentos de limitar las emisiones de CO poniéndoles un precio.

En Europa, la producción de carbón autóctono ya no desempeña un papel económico importante. Así pues, no es de extrañar que Europa pudiera promulgar un sistema de límites máximos y comercio que imponía un precio del carbón a gran parte de su industria. De hecho, el impuesto parece recaer más que nada sobre los proveedores 2 extranjeros de carbón. En cambio, la oposición por parte de los estados de EE. UU. cuyas economías dependen en gran medida de la producción de carbón fue decisiva para la suerte del proyecto de ley sobre el cambio climático de Obama.

La experiencia de EE. UU. tiene consecuencias mayores. Si resultara imposible introducir un impuesto moderado al carbono en una economía rica, no cabe la menor duda de que China no ofrecerá compromiso alguno para la próxima generación, por ser un país que sigue siendo mucho más pobre y que depende aún más del carbón autóctono que EE. UU.; y, después de China, asoma la India. Sin un compromiso válido de EE. UU., el acuerdo de Copenhague, tan laboriosamente logrado el año pasado, ha pasado a ser inútil. Todo seguirá igual, tanto desde el punto de vista de la diplomacia en materia de cambio climático con su circo itinerante de grandes reuniones internacionales, como desde el del rápido aumento de las emisiones.

Un planeta compuesto de estados nación, dominados por grupos de intereses especiales, no parece capacitado para resolver el problema. Lamentablemente, existe demasiado carbón por ahí para propulsar emisiones aún mayores durante al menos otro siglo. Así pues, el mundo se calentará mucho más. La única incertidumbre es cuánto más lo hará. La adopción de medidas mundiales sólo será posible cuando el cambio climático ya no sea una predicción científica, sino una realidad que la población sienta. Pero, en ese momento, será demasiado tarde para invertir las repercusiones de decenios de emisiones excesivas. Un mundo incapaz de prevenir el cambio climático tendrá que vivir con él.

 

 29-VIII-10, Daniel Gros, director del Centro de Estudios Políticos Europeos, lavanguardia