´El tiempo es talibán´, Xavier Batalla

Barack Obama ha modificado la estrategia en Afganistán, una de las dos guerras que ha heredado. Ha aumentado el número de tropas desplegadas y ha reducido el objetivo, que de construir un Estado democrático ha pasado a ser el de crear un Estado suficientemente fuerte que evite la toma del poder por los talibanes o Al Qaeda. Pero la guerra, conforme se acerca el próximo verano, fecha fijada por Washington para empezar a retirar sus tropas, va mal. La guerra nunca va bien, pero la de Afganistán irá peor.

El conflicto de Afganistán, que en octubre cumplirá nueve años, sigue siendo visto de modo distinto por los gobiernos occidentales implicados. Para el estadounidense, es una guerra; y para otros, entre ellos el español, el asunto es reconstruir el país, lo que mueve al debate. Y esta duplicidad de misiones no facilita la tarea. La realidad es que se trata de una operación de contrainsurgencia, que es una guerra muy especial. Con Obama se ha pasado de un combate tradicional a otro contrainsurgente. Pero la contrainsurgencia es una lucha asimétrica que desde la descolonización de la segunda mitad del siglo XX se ha inclinado del lado insurgente, desde Argelia hasta Vietnam. Y nada indica que la historia vaya a ser distinta en Afganistán.

Alejandro Magno invadió territorio afgano a lomos de elefante; los británicos quisieron dominarlo a cañonazos, y los rusos lo invadieron con helicópteros. Todos fracasaron. Y la intervención internacional en Afganistán también es un desastre. El primer británico en poner pie en suelo afgano fue un escocés, Mountstuart Elphinstone. Pocos dieron un penique por su regreso, pero regresó.

Y lo hizo con una advertencia que parece haber sido hecha ayer: "Las sociedades de esta nación dividida poseen un principio de repulsión y desunión demasiado fuerte para ser vencido".

El principal enemigo de la intervención internacional no es, sin embargo, la historia. Un Estado democrático está en desventaja, si respeta las normas internacionales, frente a los insurgentes. Y si no las respeta, entonces dinamita la base ética que dice tener su intervención. Pero, tanto en un caso como en otro, el tiempo juega a favor de la insurgencia. ¿Qué explica la hostilidad de cientos de afganos por la muerte del talibán infiltrado que asesinó a tres españoles que estaban ayudando en la reconstrucción del país? La revuelta de esta semana estuvo, sin duda, orquestada por los talibanes. Pero ¿por qué cientos de afganos se dejaron orquestar? Por el temor al día después.

La revuelta contra las tropas españolas ha sido otra prueba de que los afganos, sean insurgentes o no, saben que las fuerzas occidentales acabarán retirándose del país tarde o temprano, todo lo contrario que los talibanes. La imposibilidad de cambiar el paño afgano de la noche a la mañana indica que, a la larga, la operación contrainsurgente parece condenada al fracaso. El tiempo es talibán.

29-VIII-10, Xavier Batalla, lavanguardia