aún faena por hacer en el ámbito de la eutanasia

LA EUTANASIA La eutanasia se refiere sólo a aquellas actuaciones que causan la muerte de los pacientes a petición expresa, reiterada e informada y con capacidad, y en un contexto de sufrimiento, de dolor total, debido a una enfermedad incurable que les resulta inaceptable y que no ha podido ser mitigado por otros medios. La realizan profesionales sanitarios que atienden al paciente. Es practicable en Holanda, Bélgica y Luxemburgo.

SUICIDIO ASISTIDO Si el profesional se limita a proporcionar los medios imprescindibles para que sea el propio paciente quien produzca la muerte, se habla de suicidio asistido, legal en Suiza y Oregón (EE. UU.).

Sólo con que se respetaran los derechos ya reconocidos en la ley de Sanidad de 1996 y la de autonomía del paciente, ya ganaríamos mucho", recuerda Gustavo Subirats, secretario de la asociación Dret a Morir Dignament. Los cuidados paliativos no llegan a toda la población, "hay enormes diferencias territoriales", y el respeto a los derechos reconocidos, como la sedación en la agonía y la retirada de medidas de soporte vital, como un respirador o la alimentación artificial, "no está extendido precisamente, hasta el punto de que en Andalucía han tenido que hacer una ley para penalizar a quien no cumpla con esos derechos".



La sociedad parece ir por delante de la ley y va mucho más lejos de lo que se atreven a defender los políticos. Esa discrepancia entre lo que se defiende en público y en privado es constante. Y también a la hora de llegar ante el caso concreto. "Con mucha frecuencia, el paciente lo tiene claro, la familia también y llega el momento de desconectar, por ejemplo, y aparece un familiar que duda y se escandaliza. Y todo da marcha atrás", explica Subirats.

El papel del médico "es adaptarse a lo que le manden", sostiene Màrius Morlans, miembro del comité de bioética de Vall d´Hebron y presidente de la comisión deontológica del Col·legi de Metges. "Es un debate de valores morales, no de expertos". Pero lo que sí se observa desde su experiencia es que el caso de Ramón Sampedro estableció en España un antes y un después, porque toda la sociedad comprobó que existía una necesidad objetivable.

¿Por qué cuesta tanto avanzar en unos derechos que una parte tan importante de la sociedad considera asumibles? "Tiene un alto coste político", observa Marc Antoni Broggi, cirujano y presidente del Comité de Bioètica de Catalunya. "La regulación requiere reflexión. Muchos dicen que sí sin saber bien de qué hablan y en el momento de aplicarla llegan las dudas. A menudo la gente confiesa que preferiría que no se regulara y saltarse la ley cuando haga falta. Hay cierto miedo a su mal uso", reconoce. Por eso hay que hablarlo mucho, a su juicio, y llamando a cada cosa por su nobre. "La sociedad está madura pero quizá haga falta un esfuerzo para delimitar bien los conceptos", sostiene Broggi.

De todas las actuaciones posibles para ayudar a morir, sólo están vetadas en España la eutanasia y el suicidio asistido. Lo demás es un derecho e incluso una buena práctica.

Limitar el esfuerzo terapéutico es, por ejemplo, una decisión de buena práctica médica. A los profesionales se les aconseja en Catalunya que "si la actuación médica produce o no impide un daño severo y la muerte es segura a medio plazo; si se le añade dolor o molestia permanente y la muerte es cercana, o si hay una declaración de voluntades previa a favor, el médico debe retirar - o no empezar-el tratamiento".

El paciente tiene derecho a ser informado y elegir el tratamiento y a que esa información sea verídica. También a pedir la sedación ante su sufrimiento final. Aunque sea porque "sólo desea dormir". Ysi hay un documento de voluntades anticipadas que lo especifica, hay que someterse a él.

28-VIII-10, A. Macpherson, lavanguardia